jueves, 12 de diciembre de 2019

DESCENDIENTES DE LA LÍNEA IMAGINARIA
La manera en que utilizamos el concepto "ladino-ladina" en la actualidad nos muestra que el término ha ido cambiando al paso de los años. Sobre todo cuando iniciamos para bien o mal, un periodo distinto de las economías emergentes, en las cuales nos encontramos desde antes del conflicto armado en Guatemala. Ungido de connotaciones peyorativas, ladino-a significaba una manera de sentirse descendiente de españoles, pero venidos a menos, empobrecidos y sin genealogías. Los ladinos dentro de este concepto se percibían abusivos e irrespetuosos. Se trataba de una especie de casta, que abusaba de quienes estaban por debajo de ellos, ya fuera sobre todo por pruritos raciales o en su defecto por asuntos de clase social y económica. Se definía el término como "no indígena", defendiendo esa bandera, bajo el concepto de lo nacional.
Lo cierto es que en recientes trabajos lo hemos utilizado desde lo que el nuevo concepto significa para algunos-as de nosotras desde espacios intelectuales, donde lo conceptuamos como una manera otra de entender quiénes somos, aquellos, que actualmente para mal, nos damos cuenta que aunque tengamos sangre maya, no somos mayas, pero que nos ha quedado claro por generaciones, que tampoco somos descendientes directos de criollos, y menos de españoles, por más apellidos castellanos o sefarditas que tengamos. El asunto de la identidad ha creado grandes conflictos de vida en nuestros antecesores, nosotros como descendientes de ellos, de esos que nunca vieron con claridad cuál era su origen o encontraron su línea genealógica, no queremos más sufrir lo que ellos sufrieron, al vivir la exclusión desde distintos frentes. Y que de eso dependa nuestro desarrollo como seres humanos. Un punto central es dejar de buscar algo que es inencontrable. Dejar de inventarnos pedigrís que no podemos probar. Y quedar en ridículo, porque en el fondo, quiénes nos excluyeron como grupo social nuevo y emergente, tenían la certeza que no éramos descendientes ni lejanos de alguna de esas líneas imaginarias que martirizaron a muchos hombres y mujeres, que vivieron con el estigma de no saber de dónde venían. En suma, el concepto de ladino-a se ha ido convirtiendo en un concepto relacionado con una nueva manera de pensarse como mestizo, palabra que tampoco nos define, porque está bien atada a las primeras mezclas violentas, ya fuera en pactos o sin ellos, que se hicieron en época de descubrimiento y conquista por quienes tenían el poder militar o en su defecto, por los mismos jefes originarios, que se mezclaron con españoles.
Ser ladino-a en el siglo XXI, se ha ido llenando de otras connotaciones que se tratan de alejar de ese término ominoso de la época colonial, y pre-post-independentista , tan rechazada por los grupos mayas todavía hoy. Porque claro, el término se cargó de odio, la práctica ladina colonial y postcolonial, se identificaba sobre todo más modernamente, con esos hacendados y sus familias, donde ya el perfil mestizo existía, que explotaron a las comunidades originarias y sus descendientes. Traigo a colación una figura importante de mencionar, respecto al concepto ladino explotador-abusivo sobre la vida y culturas originarias, el llamado "Tigre de Ixcán", que fuera ajusticiado enfrente de todos sus explotados por el EGP, en la década del 70. Ese hombre y otros hombres de su familia, habían abusado por generaciones de familias indígenas, que se encontraban en la parte norte de Guatemala, y a quienes les pagaban una miseria por el jornal diario, además de tener pernada entre las mujeres y niñas. Me parece que simbólicamente allí en ese acto de ajusticiamiento, cae el último ladino abusivo y explotador, tan odiado y repudiado por las comunidades. No digo que no haya otros hoy, pero el EGP le demostró a la gente, que sí es posible quitarlos de en medio con decisión, para parar la cadena de explotación. ¿Quiénes lo ajusticiaron? No fueron sujetos mayas, fueron esos otros ladinos que estaban en transformación y que pensaban distinto. Que creían que eso no era justo. Allí se produce un cambio simbólico en el concepto. Y me parece que de ese grupo de ladinos, es desde donde se desprende el concepto en evolución. Porque dejar de ser los descendientes de la línea imaginaria no se puede. Si fuéramos descendientes de los mestizos iniciales, de todos modos nos sentiríamos descendientes criollos, porque hubo composición española inicialmente. Y muchos de sus descendientes todavía hoy, tienen bonitos árboles genealógicos donde aquello se explica, sintiéndose unidos a las familias coloniales del famoso libro de Marta Casaús aunque sea del lado de la cocina.
El punto a discutir es que el concepto sí ha evolucionado. Se trata de sujetos sociales guatemaltecos que se transformaron política, ideológica y culturalmente. Cierto, no somos indígenas, aunque nuestras prácticas estén tan cercanas. Aunque nuestro español se encuenre matizado por voces mayas, de la región de donde vinieron nuestros padres y abuelos, cuando todavía no se hablaban abiertamente los idiomas mayas antes de la segunda mitad del siglo XX. Nos parece que ha habido una evolución del concepto desde una posición cultural e ideológica. Se trata de una cultura ladina, que ya tiene introyectada una cultura híbrida,al  haber mezclado costumbres-ambiguas, procedentes de la línea imaginaria de identidad, con las costumbres de las culturas originarias, que siempre tuvimos cercanas y en el mismo territorio. Tener esa cultura híbrida y una ideología no racista, es un cambio esencial en el concepto. No se trata de pensarnos identitariamente distintos, sino parecidos a los otros de los cuales hemos asumido cultura y voces. De quiénes aprendimos en el trato, formas de ser, que nos definen como grupo. Sin poder apartarnos totalmente, de la otra cultura heredada y rechazada, de la cual ya casi no podemos encontrar las pistas.

ANALIZAR Y PENETRAR EN  LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...