UNA LECTURA DEL ENSAYO DE MARÍA LUGONES:
“COLONIALIDAD Y GÉNERO: HACIA UN FEMINISMO
DESCOLONIAL”
María Lugones (Argentina, 1944) se graduó de filósofa, en la
Universidad de California en Los Ángeles. Luego obtuvo un master y un doctorado
en la misma especialidad en la Universidad de Wisconsin-Madison. Es profesora
de literatura comparada y de estudios de la mujer en la Universidad de
Binghamton en Nueva York. Se ha ido dando a conocer ligada con lo que la
crítica cultural llama estudios de género. Pero en realidad Lugones plantea una
serie de consideraciones sobre las intersecciones que en la construcción de
género, se produce entre las categorías de raza, género, clase y etnia.
¿Qué significa ser una feminista de color?
Ha sido interesante encontrar en las ideas de Lugones una
propuesta que obviamente, al menos para mí, procede de un feminismo periférico
y actualmente descolonial, contrapuesto y enfrentado con la propuesta de los
feminismos blancos, anglosajones y burgueses, tal y como ella lo explica en sus
ensayos desde el año 2003, cuando publica: “Los peregrinajes de los feminismos
de color”. El asunto más importante desde mi revisión de las ideas de Lugones,
es que parte de su interés proviene de su inserción en los años 60 en las
luchas por los derechos civiles, en el caso del movimiento negro
estadounidense. Pero lo central más tarde, ha sido buscar una coalición
política con los feminismos latinoamericanos no blancos.[1] Sobre estas luchas
de las latinoamericanas y en el caso de las feministas de color, instaurado por
Lugones para el siglo XXI, existe un antecedente donde la líder del movimiento
fue precisamente una guatemalteca.[2] La revisión que otras críticas como
Cristina Bidaseca le han hecho a Lugones, esquematiza un progreso en el ideario
feminista de color de Lugones. En uno de sus ensayos sobre el
multiculturalismo, al cual denominará “radical”, Lugones devela dos máscaras
producidas durante la modernidad por el feminismo eurocentrado, la llamada
multiculturalidad que pretende abrir espacios de diálogo entre culturas, y que
lo único que logra, es un exotismo universalista, y luego la máscara feminista,
que pretende hacer única y también universal, la defensa de las mujeres, que en
este caso son identificadas en la mujer blanca, ya categorizada dentro de la
colonialidad del poder por quienes la ostentan. Para Lugones el gran problema
de este feminismo hegemónico, es que es eurocéntrico, universalista y racista.
Para ella tanto la máscara multicultural y feminista, participan de una falsa
universalidad.
Ser mujer en el mundo moderno-colonial
María Lugones señala con claridad cómo el punto de inflexión
durante la modernidad-colonialidad en cuanto al género, es que esta categoría
está mediada por la humanización y la deshumanización. Durante el periodo
colonial se introdujo la dicotomía racial, que supuso que los colonizados eran
seres sin razón. Esa deshumanización determinó la forma de vida que llevarían
en ese periodo tanto en lo económico, lo sexual y en el conocimiento. En este
tercer punto, el asunto era la capacidad de adaptación a la cultura del
conocimiento europeo, rasgo que sigue funcionando aún en Latinoamérica. En
cuanto a lo sexual, la colonialidad determinó esto a través del
heterosexualismo, creando dicotomías como hombre-mujer y macho-hembra. En este
punto se reconoció como mujer, a las “mujeres burguesas blancas”, excluyendo al
resto, que serían tratadas como animales. Considerándolas seres sin género,
marcadas sexualmente como hembras, pero sin femineidad.[3] De acuerdo a esta
clasificación, hombres y mujeres, negros e indios, no tenían género. Se les
consideraba bestias, y por eso Lugones los denomina como dimórficos[4] y
ambigüos sexualmente. Por otro lado las mujeres que eran mujeres para la colonialidad,
debían ser castas, sexualmente puras, pasivas y heterosexuales. Y todas eran
vistas como blancas y burguesas. De acuerdo a Bidaseca, siguiendo a Lugones,
más parecen construidas por la emoción que por la razón. Se sabe hoy por toda
la información recabada por la historia, la antropología y los estudios
culturales, que las comunidades durante el régimen colonial, fueron despojadas
de sus saberes, y produjeron un vacío, que al paso del tiempo ha hecho que no
tengamos oportunidad de acceder a ella, ni a través de los descendientes
directos. Pero sí se sabe que los machos indígenas por ejemplo, fueron
designados como autoridad y como mediadores con los blancos. De esta forma las
mujeres pasaron a convertirse en seres desgenerizados y racializados.
Entre lo visible y lo oculto: el sistema moderno-colonial de
género y su impacto
En el ensayo donde Lugones aborda el asunto de la
descolonialidad, cuando habla de los feminismos de color, realiza una mirada
sobre el asunto de la colonialidad del poder enunciada por Aníbal Quijano. Sus
reflexiones parecen enriquecer las definiciones ya establecidas por Quijano.
Aquí acuña el nuevo término “sistema moderno-colonial de género”.[5] La
propuesta de Lugones nos dice que al igual que raza, la categoría género, también
es necesaria para continuar la genealogía colonial de poder y de conocimiento.
En su alegato, Lugones pone en tela de juicio, la idea que se ha querido
vender, incluso a nivel mítico, que Europa constituía el momento más avanzado
de las especies. Y por eso dividir las especies en dos grupos, fue el resultado
de esta mitificación.[6]
Es evidente que una de las preocupaciones mayores de Lugones
es la categoría de raza, instalada por la colonialidad del poder. De hecho el
espacio desde donde escuchamos la voz de las mujeres de color (negras,
chicanas, indígenas, asiáticas, latinas) emerge para hablar desde una
matriz de opresión que tiene ejes que se
encuentran interceptados y que crean una de las realidades en las que viven y
se sitúan estas mujeres.[7] Estos espacios cruzados o interceptados están
definidos por Lugones y otras feministas como la interseccionalidad.[8] Sin
embargo Lugones prefiere retomar la idea, pero llamar a ese punto de
intersección interlooking oppressions para contrastarlo con otro concepto
creado por ella de intermeshing oppressions.
Por “interlocking”, entendemos el modo similar a la “interseccionalidad”
de Crenshaw, se explica la concepción categorial de mujer/
raza/sexualidad/clase, que deja a las categorías intactas, pero las añade al
grupo. Lo que quiere decir en mi entendimiento, es que se pueden juntar, sin
embargo son susceptibles de sobrevivir separadas sin perder su categoría. Y de
aquí parece desprenderse la idea que para Crenshaw está visto desde las mujeres
negras, pero para Lugones es desde las mujeres no-blancas, sean estas de donde
sean, pero principalmente pensando en América Latina o en las latinas en
Estados Unidos.
Revisar a Quijano también le sirve a Lugones para explicar
por qué supone y afirma que tanto raza como género son construcciones o
ficciones políticas que están vinculadas con el coloniaje. De entrada nos habla
de cómo la colonia excluyó tanto a indígenas como africanos, forzándolos a
sobrevivir mediante la esclavitud, en tanto aguantaran el trajín. Se les rebaja
a lo no humano, se les excluye el género, porque considerados como bestias o
animales, no precisan de definir este aspecto, están desgenerizados. De esta
forma se produce el fenómeno donde la raza excluye al género. Ya que siendo la
categoría raza una ficción económica y política, donde algunos tienen género y
otros no, se sobredosifica su carácter político. Ya en los estudios de algunos
críticos y filósofos, raza y género son categorías inseparables. Se supone que
no hay género sin raza, sin embargo no hay raza con género. Solo la gente
blanca posee género, y se convierte en uno de los lados ocultos y oscuros de
los que habla Lugones, dado que la categoría mujer, eurocentrada y válida
universalmente que se corresponde con la características de la mujer blanca,
burguesa, clase media e intelectual, es aquella que reivindica el feminismo
hegemónico.[9]
Lugones discute para develar, cómo la colonia desde la edad
media y durante el renacimiento construyeron hombres y mujeres con una historia
bastante violenta, naturalizándola y así ficcionalizándola. En el imaginario de
la conquista española se construyeron imágenes retorcidas de los habitantes de
los territorios recién descubiertos. Se trataba de caníbales y otro tipo de
monstruos, los seres estaban sexualmente dotados, pechos y órganos sexuales
eran enormes y el apetito sexual era desmesurado. Quizás por eso y por
oposición, “la mujer” fue reducida a la reproducción y a la pasividad.
La dicotomía como concepción moderna del género
Para Lugones la concepción moderna del género es dicotómica.
Para ella, el sexo y el dimorfismo sexual es algo introducido por la colonia,
como lo es la dicotomía de género. El concepto mismo de género lo pone en
discusión, ya que piensa que como categoría de análisis, la hemos asimilado,
porque también es introducida colonialmente, se utiliza para categorizar gente
indígena y afrodescendiente en el territorio que ella nombra como Abya Yala. La
diferencia que ve al respecto, es que las sociedades indígenas y africanas son
comunales, además que su concepción cosmológica los hace hacer interconexiones
con todo de manera absoluta. No se analiza nada de forma aislada. No se ve el
sexo como una relación aislada, sino relacionada con la vida comunal.
Para Lugones entonces desenmascarar ese lado oculto del tema
es central. Ya que entiende la raza, el género y la sexualidad como unidas o
constituidas. Las trabaja como inseparables y cuando se intersectan, borran la
heterogeneidad interna, dejan de marcar o señalar su procedencia.[10]
En medio de distintas opresiones la resistencia es
interseccional
Sabemos bien que la matriz de dominación de cualquier
sociedad se encuentra ordenada por intersecciones. Los dominios señalan que en
las intersecciones aparece lo económico, político e ideológico. Por eso no es
posible leer, explicar, entender los ejes de las mujeres de color en los mismos
términos que los de mujeres de otros lugares y otros tiempos, por ejemplo si
quisiéramos comparar con las mujeres medievales, que es un ejemplo que la
propia Lugones propone.[11] Lo que se intersecta señala además el género y la
raza, y entonces nos damos cuenta que no estamos frente a la misma dominación
en nuestra comparación. Pienso en observar, describir y discutir en nuestro
territorio, una sociedad como la guatemalteca, donde las intersecciones para
leer y comprender a las mujeres mayas y compararlas con las ladinas, se hace
imposible. Además si queremos pensar una categoría como la sexualidad, el
abismo se hace mayor. Lo que sí podemos observar y describir, son las formas de
resistencia a la dominación en los dos casos guatemaltecos, y en los otros
ejemplos en contraste. Para entenderme a mí misma, he tomado el ejemplo
guatemalteco, dado que desde el lado ladino, no existe un colectivo mínimo
comunal, desde donde se resiste. Hay grupos, pero no comunidades con una
cultura ancestral y originaria. En
cambio en el caso de las mujeres mayas, se resiste comunalmente, desde los
espacios donde se produce la opresión desde hace mucho tiempo, donde las
resistencias se han ido transformando, así como las opresiones han cambiado de
rostro. Lo que queda evidenciado en las intersecciones de las distintas
categorías en juego.
Los esfuerzos por revisar la ley de la interseccionalidad de
raza, clase, género y sexualidad en el caso de las mujeres de color en Estados
Unidos, realizado por una de las críticas más fuertes, Kimberle Williams
Crenshaw, develó que en este sentido, las mujeres negras estaban borradas de la
ley. No estaban protegidas. Y solo lo supieron cuando cruzaron de esa manera
las distintas categorías. En el caso de Lugones, al seguir el mismo camino, lo
que se puso en tensión en cuanto a la categoría de “mujer” o las categorías
raciales de “negro”, “hispano” y otras categorías que aparecen en la ley, es
que al intesectarlas, lo que quedaba evidente era lo que no estaba, y las
categorías tendían a separarse. Comprendió además en ese trabajo de
investigación que el término “mujer” en sí, no tiene sentido, está racializado
totalmente, ya que la lógica categorial ha seleccionado al grupo dominante para
definir el término (mujeres burguesas, blancas, heterosexuales) y deja fuera
cualquier otro tipo de categoría.[12]
La dicotomía, humano-no humano
Ya se ha comentado que Lugones ve estas dicotomías amarradas
a la colonialidad del poder, y cree en develarlas. La modernidad se expresa en
formas dicotómicas jerárquicas. La dicotomía humano no humano, se corresponde
con el hombre y la mujer burguesa, que además tiene género. Indígenas y
afrodescendientes no tienen género, no son humanos, pero sí están sexuados,
aunque no tienen poder sobre su propia sexualidad. Alrededor de este tipo de
contradicciones y de ficciones creadas por la modernidad, aparece otra
interseccionalidad la de racismo y patriarcado, que deja en claro la posición
de las mujeres de color, que tampoco han sido representadas por los discursos
del feminismo ni el antirracismo. Se trata de experiencias marginalizadas.
Estas mujeres han sido categorizadas como no-humanas, seres primitivos que son
violentos, sexualmente sin control y con tremenda resistencia para el trabajo
físico. Es por esa razón que cuando se
provoca la interseccionalidad, aparece también la ausencia, dado que aunque se
resistieran a ser negras o indias, esto no las colocaría en posición de mujeres,
al menos no en el sentido colonial, moderno o capitalista.
De la lógica de la interseccionalidad a la de la fusión como
desenmascaramiento
Lugones en su tránsito hacia la definición de otras
categorías y el uso de “mujeres de color” para teorizar sobre las opresiones y
violencias que pesan sobre las mujeres en la actualidad, ve importante pasar de
la lógica de la interseccionalidad (que permite tocarse entre sí a las
categorías pero las deja intactas) con la lógica de la fusión que intenta
destruir la lógica de las categorías, para poder construir resistencias.
Estas resistencias producidas por la fusión las entiende
Lugones como una resistencia a múltiples opresiones. Se tiene capacidad
mediante la fusión de observar y apreciar las formas en las que otros han
concebido, han dado forma cultural, teorizado, expresado, incorporado su
resistencia a múltiples opresiones. También es posible saber durante el
proceso, cuáles han sucumbido y cuáles no. Se trata de praxis, es por eso que
Lugones propone buscar una coalición con los “feminismos de color”.
El concepto de resistencia se produce según Lugones en el
lugar de las opresiones solapadas. Resistir allí crea comprensiones resistentes
que tienen significado cultural en la música, el arte, la teoría. No se puede
emancipar solo en términos teóricos. Hay que hacer resistencias reales y
prácticas.
