martes, 28 de diciembre de 2021

 ANGÉLICAS Y OBNUBILADAS



He estado recordando a otras mujeres escritoras que como yo han dedicado buena parte de su energía intelectual a la escritura creativa. Cuando una escribe, se evade de la realidad hostil que a veces atosiga nuestras vidas. Pienso en escritoras como Marta Josefina Herrera, Leonor Paz y Paz, Walda Valenti, Teresa Arévalo, Malin de Echevers, Ligia Escribá, Catalina Barrios, Elisa Rodríguez Chávez, Alaide Foppa, Rigoberta Menchú, Isabel de los Ángeles Ruano, Luz Méndez, Calixta Gabriel, Maya Cú, Ana Ardón, Nora Murillo, Rosa Chávez y Ana María Rodas, entre otras. Todas han entregado parte de sus vidas a la soledad de la escritura. Han saltado al vacío. Buscando la nada. Han estado en medio de los tentáculos de la censura, intentando infructuosamente deshacerse de ella. Se han visto en las garras de la mala crítica, que las descontaba por el hecho de ser mujeres, de ser débiles, de escribir fácil, de hablar banalidades, de tener una obra olvidable, de no parecer feministas, de ser contradictorias, de no estar comprometidas ni política ni socialmente. Otras al igual que yo nunca supieron por qué tanto odio, tanta envidia, tanto rencor, casi por nada. Y no solo en bocas venenosamente masculinas. También a través de lenguas de mujeres, que nunca comprendieron los alcances de nuestras obras, sus tonalidades contradictorias y divergentes. La versatilidad del registro de obras que no se resignaban a la anonimia. Sí, he estado pensando en esta realidad que les tocó a ellas, que nos tocó a nosotras, que todavía vivimos, que les tocará a las más jóvenes. Porque nos movemos en espacios infructuosamente patriarcales. Circulamos en lugares hechos contra nosotras. Escribimos marcadas por un sistema que nos ha enajenado. Y que nos coloca cerca de la estulticia. Escribimos contra todo lo que nos conmina a no hacerlo. Resistimos. Somos sobrevivientes escriturales. Caminamos azarosamente sobre la cuerda floja del sistema que nos indica, todo el tiempo lo que debemos y no debemos escribir. La que pretende enseñarnos estrategias de escritura gastadas y desgastadas como si fueran nuevas. Y darnos un ultimatum, que dice que si no obedecemos corremos el riesgo de fenecer como escritoras. De desaparecer, como que si no estar, fuera nuevo. Así bordeamos el sistema. Nos escabullimos. Les dejamos creer que nos han derrotado. Pero no. Nos rehacemos. Pendulamos. Sobrevivimos a los embates de la mediocridad. Renacemos en otras. Nuestra tradición la recogen las más jóvenes. Superadas. Angélicas. Obnubiladas. Muláticas. Originarias. Secretamente nuevas y resistentes.
(P. Nicho, imagen)

ANALIZAR Y PENETRAR EN  LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...