lunes, 3 de abril de 2023

 

(m.araujo, imagen)

REFLEXIONES DESPATRIARCALIZANTES EN TIEMPOS DE COVID: 
LA PEPITA OTRA VEZ

María Josefa García Granados conocida como Pepita, nació en el Puerto de Santa María, Cádiz, España en 1796. Fallecería en Guatemala en 1848. Perteneciente a una de las familias coloniales, García Granados como escritora estuvo activa durante el periodo de la Independencia hasta cerca de su muerte.

Escribió y publicó en periódicos de la época, poemas, retratos, ensayos periodísticos y políticos. También abordó el género dramático. Hacía parte de un grupo de escritores que pertenecían de distintas y variadas maneras a la sociedad elitista del siglo XIX. 

Se le reconoce por mantener una tertulia literaria y política que se sucedía en su casa y en la de sus parientes. Se casó con Ramón Saborio, con quién procreó varios hijos. Entre estos es recordada Cristina, que a la larga se casó con el hermano menor de Pepita, Miguel García Granados- como era la costumbre endogámica- que sería de 1871 a 1873, presidente de la República. 

La hija de Cristina y Miguel,  es la recordada Niña de Guatemala, del poema de José Martí, el escritor cubano, que todavía conoció el auge de las tertulias de los García Granados durante el siglo XIX. De esa manera conoció a la sobrina-nieta de la Pepita.

La escritura de Pepita García Granados se ha quedado como legado en el imaginario literario por haberse realizado en una época turbulenta, política y económicamente. Se ha logrado reunir poco de su obra poética, y se conocen más sus escritos periodísticos, ya que se trataba de una escritura inmediata y política. 

Como otras escritoras del siglo XIX fundó un periódico titulado Cienvecesuna, en el cual se dedicó a escribir una serie de textos, con los cuales se puede comprobar que su periodismo fue combativo, asunto que no era propio de las mujeres de su momento, pero donde ella se inserta de manera radical. 

Hemos señalado en otros escritos que se trata de una tradición matrilineal, en donde ella abre y acuña un registro político, apareciendo para su propio contexto social y cultural como una escritora revoltosa y anárquica. Consideramos esto como el inicio de un femilinaje, que si revisamos más detenidamente y se nos permite, es la primera en el siglo XIX de una literatura transgresora y rebelde. 

En literatura de creación son muy conocidos y reconocidos hoy, tanto “El sermón”, como el "Boletín del Cólera Morbus”. Ambos textos reflejan las tensiones entre sociedad e iglesia, o sociedad decimonónica y salud. Dado que en uno arremete contra integrantes de la iglesia católica de los cuales era cercana; y en el segundo contra los médicos e instituciones que se dedicaron de manera corrupta e ilusa, a intentar combatir una pandemia como el cólera en el correr del siglo XIX.

El resto de poemas conocidos son algunos de crítica social, donde advierte los males del patriarcado, y conversa poéticamente con esas jóvenes ingenuas, que pueden caer en sus trampas. Otros poemas capturan el paisaje del momento, todas aquellas imágenes que tuvieron un impacto bajo su mirada. Pero en varios de los textos escritos por la Pepita se advierte una vena despatriarcalizante al estilo del siglo XIX. Y no eran meras palabras, se trataba de una manera de ser, porque se sabe por sus biógrafos más reconocidos y su familia, que era una mujer fuera de serie, incluso en el espacio doméstico e íntimo.

La obra recogida de la Pepita es pequeña, a lo largo de muchos años nos hemos imaginado más de lo que en realidad hemos leído. Y su figura sigue siendo un referente de los feminismos de la región centroamericana, aunque la Pepita no intentara sentar cátedra.

De todos modos vivió una vida diferente que otras mujeres de su clase social, y se arriesgó al punto, que en algunas ocasiones tuvo que salir huyendo por los tejados hacia Chiapas  donde se exilió algunos años, para no caer presa por denigrar a otros en sus famosos “Retratos”. Así entendemos lo peligroso que era la escritura en tiempos de independencia.

Y por otro lado al final de sus días fue diagnosticada con “histeria”, asunto que podemos entender cada una de nosotras en este tiempo, porque quién no se iba a enfermar, al estar consciente que le había tocado vivir en un tiempo que no le correspondía.

Al final muere como Sor Juana, en silencio y quizás por eso podría decir lo mismo que dice la monja mexicana en algún momento: "In malevolam animam non introibit sapientia".


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