(m.mayer imagen)
BOTAR EL ROSA
Quisiéramos empezar hablando de varias generaciones
de mujeres que, a lo largo de muchas décadas, un siglo podríamos decir, hemos tenido
experiencias de violencia de género. Las diferencias de clase social, origen
étnico y procedencia han marcado nuestras vidas. Supusimos que, con el
advenimiento de la modernidad en el siglo XX, las formas inhumanas de ser
tratadas podrían cambiar. Pero eso no sucedió. Aparecieron nuevas maneras de
opresión social, política y doméstica, mediante las cuales continuaron las
violencias de parte de los varones principalmente, pero también de las familias
donde el patriarcado tenía una gran influencia.
En la primera mitad del siglo XX las formas de
exclusión entre hombres y mujeres en Guatemala eran muy evidentes. Se pensaba
que las mujeres no podíamos votar, porque nos faltaba el criterio para escoger
a los gobernantes. Teníamos todavía poco acceso a la educación formal, y no
digamos a la educación superior. Las escritoras y ensayistas de la Sociedad
Gabriela Mistral, que representan hoy los primeros atisbos de un feminismo que
se iría construyendo poco a poco a lo largo del siglo, plantearon las primeras
preguntas acerca de la imposibilidad de ser visibilizadas como entes pensantes
y con capacidad de comprensión y evolución intelectual, si nos daban la
oportunidad de acceder al saber, que los mismos varones ya poseían.
Una de las primeras feministas de la Sociedad
Gabriela Mistral fue Rosa Rodríguez López. Ella y otras escritoras y
periodistas fundaron una revista, la Revista Vida, para poder escribir
sobre las ideas que iban desarrollando, iban construyendo teorizaciones acerca
del mundo de las mujeres en medio de una sociedad patriarcal y sexista, que
nunca les permitió dirigir su propia revista. Sin embargo, las primeras
epistemologías feministas quedaron escritas por este grupo de mujeres casi
todas jóvenes, que giraron alrededor de las ideas teosóficas.
Sabemos por investigaciones realizadas por Lorena
Carrillo y Ana Cofiño sobre los grupos de mujeres obreras que intentaron en
diversas ocasiones emanciparse, rebelarse en medio de un tiempo que las
oprimiría de distintas maneras, para callarlas. Hicieron huelgas y resistieron
poco tiempo durante las dos primeras décadas del siglo XX, dejando como
testimonio una de las primeras rebeliones desde los márgenes, pues se trataba
en este caso de mujeres que laboraban en fábricas de café y otras, donde
devengaban sueldos miserables, pues cuando las mujeres empezaron a laborar
fuera de sus hogares, eran grupos explotables, pues se les consideraba no
humanas, simples peonas, mano de obra barata, para seguir con distintos
procesos de explotación.
Cuando la revolución triunfó en Guatemala en 1944,
aparecieron en el horizonte grupos de mujeres que empezaron a definir otra
manera de ser consideradas. Las mujeres de la Primavera Democrática
constituyeron otro antecedente de las luchas que en el siglo XXI peleamos otras
mujeres, tanto mayas como ladinas. Les tocó presenciar y participar en varios
cambios para el mundo de las mujeres en general.
Allí en ese periodo encontramos varias mujeres que
plantearon los primeros cambios de pensamiento respecto a las distintas
opresiones y violencias que las mujeres vivían, cuestionaron el asunto del
espacio doméstico, practicaron su capacidad política y se adhirieron a idearios
que postulaban cambios drásticos en los derechos para las mujeres.
Pero me quisiera referir a las mujeres jóvenes del
tiempo de la guerra. En su mayoría las jóvenes que se adhirieron a grupos
políticos que pretendieron cambiar la realidad en la que Guatemala como país
vivía, sufrieron enormes e irreconciliables violencias. Las mujeres de este
periodo de la guerra fría, serán recordadas muchas de ellas como mártires, pues
sufrieron las peores vejaciones a las que una mujer se expondría por propio
discernimiento. Militaron en grupos políticos donde se convirtieron en blancos
fáciles. La oposición las visibilizaba y encontró razones de tipo político para
agredirlas. Se trató de una represión de tipo simbólico en el caso de todas
estas mujeres del periodo de la guerra civil, que sufrieron las peores
vejaciones de las que se tiene noticia. Las muertas son muchas, las
sobrevivientes son menos. Sin embargo, ambas dejan constancia con sus historias
de vida, de haber estado en medio de violencias terribles. La genealogía de las
secuestradas y asesinadas durante el periodo más violento de vida en Guatemala
es larga. Y aquí solo estamos mencionando a las más reconocidas simbólicamente:
Rogelia Cruz, Alaide Foppa, Irma Flaquer, Yolanda Urízar, Rosario Godoy y
muchas otras. La lista es larga e interminable.
Las fuerzas estatales eliminaron a cientos de
mujeres y sus propias hijas en las comunidades indígenas. Sufrieron terribles
vejaciones y fueron violentadas de tal manera, que raya en lo inhumano.
Recordamos casos de casos donde fallecieron violadas, cortadas, estranguladas,
quemadas, muchísimas mujeres solo por el hecho de ser indígenas, ser mujeres y
estar en los territorios que les querían arrancar.
Se produjo esclavitud y abuso total para muchas
mujeres indígenas durante el periodo de la guerra. El caso paradigmático es el
de Sepur Zarco, pero existen otros que quedaron como casos no resueltos. El
caso de las señoras de Sepur Zarco es indignante en la memoria sobre las
violencias. No las asesinaron, las utilizaron para ser esclavas. Hacían todo
tipo de oficio doméstico, pero la mayor vejación fue la de trabajar como
prostitutas de las tropas en Sepur Zarco. Y esta situación duró varios años,
ellas en medio de esta ignominia sobrevivieron. De las 15 mujeres k’echi’ que
vivieron esta pesadilla, solo una falleció. Nos preguntamos si haber quedado
vivas valió la pena. Sabemos del sufrimiento que en condiciones distintas
provoca el hecho de que te utilicen sexualmente solo por placer sexual. No
podemos imaginarnos la pérdida de valor humano que significó para ellas ser
utilizadas por la tropa en distintas y variadas ocasiones durante esos años de
abuso a las señoras viudas de Sepur Zarco.
El último caso colectivo de violencias contra
mujeres es el de las niñas del hogar Virgen de la Asunción. Este se produce en
el siglo XXI. Se realiza o sucede el día 8 de marzo. No mueren asesinadas por
las balas, ni por cuchillos, o estranguladas, mueren quemadas porque cuando se
inicia el fuego, les cierran la única puerta de salida de la especie de celda
donde las habían recluido después de un amotinamiento. Se trataba de un grupo
de niñas consideradas urbanamente como problemáticas. Se encontraban en un
centro de rehabilitación para niñas sin recursos. ¿Tenían derecho a cerrarles
la puerta y no dejarlas salir? ¿Por qué
mueren como las otras mujeres en el interior del país? Pues un fuego se desata
dentro de la habitación y era imposible que no se quemaran vivas, si no podían
escapar.
Las violencias que se pueden ejemplificar son
múltiples. Existen solapadas las violencias domésticas. Esas no paran. Están
dentro de los hogares, donde las mujeres no pueden tomar decisiones sin
consultarle al marido. Te agreden haciéndote burla. Te agreden callándote.
Existen otras, las que se aplican a mujeres tanto
mayas como ladinas, que han accedido a la educación superior. Se les paga menos
que a los varones en los distintos lugares de trabajo. Se les considera menos
aptas para razonar y escribir. Se les considera sujetas de segunda clase en los
trabajos. No se les respeta. Otras mujeres incluso las denostan y las hacen
sentir mal, al hacerles ver sus errores de manera abusiva.
Este país necesita cambiar de leyes pero también
precisa que nos nazca la consciencia feminista. Esta consciencia aparece cuando
sentimos que debemos ser solidarias con otras mujeres que nos necesitan para
procesar los cambios de actitud.
El sistema patriarcal es muy fuerte y renace cada
vez con nuevas estrategias de diferencia y simulación. Por eso los colectivos
de mujeres debemos practicar la solidaridad, ser incluyentes, no ser clasistas,
evitar ser racistas, trabajar en ello. Botar el rosa. Ser sujetas de cambio,
sujetas nuevas, que piensan de forma emancipada, que creen en otras mujeres,
que no se apegan al poder patriarcal que las quiere seducir.
