domingo, 30 de diciembre de 2018


DESCOLONIZAR EL LENGUAJE

Tal y como Parra lo vaticinó, la antipoesía le cambió el nombre a las cosas. Literalmente lo que antes se llamaba casa ahora se llama tumba. Al menos en su propia experiencia de vida y de muerte. Según su último penúltimo deseo, al morir quería ser enterrado en su casa mirando hacia el mar. Aquella, se convirtió en su tumba. Y le agradecemos a quienes hayan hecho posible tomar en cuenta los deseos del difunto. Regularmente cuando uno-a se muere, los deudos hacen lo contrario, de lo que una deseaba. Pero en este caso no. Lo enterraron donde él lo pidió. Y qué bueno porque abre nuevas posibilidades al lenguaje. Ahora ya podemos decir: Vamos a mi tumba, por decir vamos a mi casa o viceversa. También cambió aquello de que solo los religiosos son enterrados en las catedrales. Dado que a un poeta plebeyo lo enterraron en su catedral, lugar de culto para sus antiseguidores (como yo).



Los homenajes que otros como yo le hicimos a Parra en silencio y casi anónimos, son múltiples. Así como he escuchado a gente decir abiertamente, que no les gusta la poesía de Parra. Que no entienden por qué la gente se siente tan atraída por ese tipo de poesía que casi no es poesía. Y sí, tienen razón, porque se trata de gente que es limitada en sus lecturas, y además tiene "actitud" como se dice en inglés, y plantea esos argumentos, como que tuviera firma. 
A Parra le hubiera de hecho gustado mucho conocer a más detractores que los que conoció en vida. A lo mejor a estos anónimos detractores si es cierto eso de la vida después de la muerte, se lo encuentren por ahí, y le haga mucha gracia que hasta en la muerte andan hablando mal de él. En fin. A mí me parece muy interesante en su poesía que efectivamente su actitud poética, que era anti sistema, tenía una intención muy clara sobre el idioma español que hablamos en Latinoamérica. Porque aquí en mi país y en otros países todavía escuchamos que estamos escribiendo mal tal o cual cosa. Y que nada nos cuesta revisar la RAE. Pero efectivamente uno de los objetivos que veo muy claro en la agenda parriana es esto, enfrentarnos poéticamente con la RAE. Se ha de haber pronunciado en el pasado con la z y con otros sonidos muy españoles, supongo, durante la colonia española. Pero cuando entraron a fondo los modernistas (a fines del XIX) sobre el verso castellano, y lo desvirgaron, le cambiaron los acentos no gráficos al verso, y a partir de allí la cosa cambió. Para más tarde cuando Parra apareció en el aire chileno con su verso cacofónico y su falta de reverencia con el idioma, intentando decirnos en sus versos, que le iba a cambiar el nombre a las cosas, una de sus buenas intenciones seguía siendo descolonizarnos lingüísticamente, cosa que él había visto y seguido de parte de los modernistas de todos los lugares de Latinoamérica. Fueron los primeros que descolonizaron el verso castellano, y lo convirtieron en el verso español que hoy se escribe y se lee y a veces hasta se recita, en distintos lugares de América Latina. 

Me encanta pensar que Parra logró ser enterrado frente al mar tal y como lo deseaba. Y que si una quiere finalmente ir a verlo, puede ir a su casa, como que si allí estuviera. Cuando en realidad va a su tumbacasa. Si nos sale a recibir, pues ya estaremos muertos, parece.

viernes, 21 de diciembre de 2018


VIAJAR A CHILE 
No recuerdo el año. Yo trabajaba en Alabama. Conocí a una estudiante de la maestría que era originaria de Chile. Como "un golpe de dados jamás abole el azar", decidí pedirle si acaso podría hacerle llegar uno de mis libros a Nicanor Parra. ¡Como que ese país no fuera larguísimo, aunque delgado! Yo creía que los libros podían llegar así nomás con desearlo o por correo. Lo que ocurrió fue que el papá de mi estudiante que era periodista, hizo un viaje a Las Cruces para irle a dejar a Parra mi librito,con la intención periodística de ver a Parra en su casa. Contó más tarde que finalmente llegó a la casa de Parra y que afuera vio parqueado su carrito volkswagen. Tocó y una señora le salió a abrir. A lo lejos vio que alguien corría la cortina de la ventana. La señora le preguntó que qué quería, a lo que él respondió en voz alta que le traía un libro a Parra. La señora fue hacia la puerta, y volvió con el padre de mi estudiante, y le dijo que qué libro era ése y de quién? A lo que el señor respondió que era de una profesora que vivía en Estados Unidos. Eso hizo que Parra aceptara que el padre entrara, y le pusiera en sus propias manos el librito. Se sentaron(según relató luego en la nota periodística)y Parra hojeó el libro detenidamente. Ah le dijo, ¿la profesora me lo envió? ¿Y por qué? Al señor se le ocurrió decir, que yo era una admiradora suya. Lo cual en el fondo era y sigue siendo una gran verdad. Allí se estuvo Parra sonriendo a veces, mirando de soslayo al visitante, y mirando el libro cuyas páginas iba sosteniendo porque se trataba de un libro de hojas sueltas. Habiendo terminado, le pidió más señas, pero el señor realmente no había contemplado que le haría ese tipo de preguntas, porque en realidad no sabía nada de mí, más que mi nombre, y que era profesora en Alabama. Como la vida es un pañuelo. Parra le agradeció que hubiera ido hasta allá a dejarle el libro. Y que me diera saludos (no se dejó tomar la foto). Me envió una tarjeta con su firma, agradeciendo. Pero para mí, el solo hecho de la historia era el mejor regalo que me pudieran hacer desde Las Cruces.

ANALIZAR Y PENETRAR EN  LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...