No hace falta que lo digan, pero el concepto de la maternidad ha cambiado desde hace varias décadas en un país que como Guatemala, estuvo en una larga guerra, donde las mujeres participaron militando, en los distintos ejércitos, en la clandestinidad, y por supuesto y como siempre nos ha sucedido, hubo que trabajar casi siempre para la manutención diaria de la marimba de hijos que fueron/fuimos teniendo (esto sí es una metáfora, porque solo tengo una hija). Muchas tuvieron que dejar de estudiar, que era algo que todavía estaban haciendo, dado que en un país que camina para atrás, cuesta terminar una carrera universitaria, si acaso una la ha empezado.
Este tema se me ocurrió ahorita, porque me recordé de que por mucho tiempo me pasé sin hijos/hijas, ahora hasta me sobran los postizos y postizas. En su defecto amé hasta el fondo a mis dos sobrinos, un par de gemelos que mi hermana mayor tuvo, hombre y mujer. Los amé como solo puede amar una no-madre. Así después amé a mi propia hija con gran pasión, entrega y sacrificio. Fui lo que se llama una madre entregada a la vida de mi hija. Y todavía por ahí ando terminando mi labor, sin mucho éxito. La maternidad en Guatemala no es fácil como posiblemente no lo es en ningún lugar del mundo. Lo que sucede es que en algunos países una puede resolver lo de la cuidada diaria de la/el pequeño, sin tanto dolor. El crecimiento de estos niños no es fácil. Y por eso entiendo que hoy, las mujeres que conozco, bastante jóvenes y altamente inteligentes, no quieran, se nieguen o estén convencidas que tener hijos no era el fin primordial de ellas. La maternidad yo no la viví siendo joven. Digamos que tuve a mi hija después de los 30, cuando ya había vivido lo suficiente, para no pensar que quería seguir de farra cuando iba hacia los 40. A mí me funcionó bien. No fue lo mejor para mi hija, porque su padre resultó tener otras hijas, y eso le provocaba a ella una gran inestabilidad. No digamos a mí, que era la del error de tener una hija con un hombre que ya había tenido varias familias. En ese sentido les decimos desde esta palestra, que lo piensen muy bien. Que se valoren y entren en relaciones más parejas. Donde no hayan tantos compromisos. Que se lo piensen. Y aunque nadie me esté pidiendo mi opinión, aquí desde este blog quisiera que muchas no cometieran el error de dejar de estudiar, por dedicarse a poblar este mundo con hijos que no podrán cuidar, y sin suficientes recursos económicos, que los hijos/hijas siempre recordarán. En familias muy numerosas, la desigualdad de trato es fea. Yo siempre recuerdo la propia, y sé porque tempranamente me di cuenta de todo, que mi vida no iba a ser fácil y no lo fue. Por eso, la falta de ganas de ir por el mundo teniendo hijos con varios. No lo hice. Al menos eso sí hice bien. Le di a mi hija lo único que le podía dar bien, cuidarla y mantenerla sin privaciones. Aunque tuviera que compartir a su padre con las otras hermanas. Las piezas de Mónica Mayer me traen este tipo de reflexiones. Porque sus piezas hoy piezas del museo de la mujer desde la década del 70 en México, me parece que siguen teniendo vigencia, porque por eso el arte feminista tiene sentido todavía para muchas, porque las cosas han ido cambiando, pero así como el racismo no ha terminado ni se ha eliminado, así también el sexismo sigue vigente, y desde nuestros equivocados conceptos de liberación, creemos practicar el feminismo, de manera un tanto tergiversada, porque hemos introyectado las nuevas y recientes estrategias patriarcales con las cuales estos grupos que a veces nos oprimen, se renuevan, para seguir manteniendo el control. Veo y sigo viendo en la obra de Mayer, que su propuesta está en una práctica de la libertad de acción, pero también siguen vigentes los temas de la maternidad, de la desigualdad de roles, de la falta de oportunidad de las mujeres para terminar carreras, y profesionalizarse. Ver arte feminista ayuda por lo menos a reflexionar a propósito de observar con ojo crítico, que las cosas no han cambiado tanto para las mujeres desde la década del 70 cuando Mayer está proponiendo las piezas reflexivas de verdadero carácter feminista. Claro que el mundo ha cambiado. Principalmente el tiempo ya no es el mismo. Parecemos estar en ese tiempo de la ficción. Y por eso debemos volver a mirar aquello que ya no miramos. Hay que ver y analizar con ojo crítico nuestras propias vidas, aunque pensemos (como yo lo pienso) que ya no tengo tanto que vivir. No estoy siendo pesimista. Al escribir esto, al revisar estos días la obra de Mayer me he dado cuenta, que las cosas no han cambiado tanto. Que si no nos ponemos vivas y reaccionamos corremos el mismo riesgo que nuestra generación de seguir en el círculo vicioso de las nuevas estrategias patriarcales, para manejar nuestras vidas. Si les puedo ser sincera, ser independiente totalmente al menos me ha servido para no sentir tanta opresión. Puedo escribir lo que quiera, puedo ser libre cuando escribo. En esta etapa de mi vida, si estuviera encarcelada en funciones domésticas desfasadas, seguro me largaba del lugar. Pero también hay que pensar en las otras opresiones y volver a ser cautas y no olvidar que ese sistema que nos ha regido la vida, hasta de cuántos, cuándo y dónde y con quién podemos tener hijos, está allí de nuevo, para decirnos cómo manejar nuestro cuerpo, que fue una de las luchas de las feministas como Mayer en la década del 70.

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