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costumbrada a que la vida era una mierda Mikaela pensó
que lo mejor era suicidarse, pero quitarse la vida seguro
iba a ser una tarea difícil para alguien tan cobarde como ella.
que lo mejor era suicidarse, pero quitarse la vida seguro
iba a ser una tarea difícil para alguien tan cobarde como ella.
Cada
mañana amanecía pensando que si la muerte viniera y se
la llevara como en los cuentos, ella ya no tendría que hacer esfuerzo
alguno. Pero la muerte no lo hacía por lo tanto habría que poner
manos a la obra.
la llevara como en los cuentos, ella ya no tendría que hacer esfuerzo
alguno. Pero la muerte no lo hacía por lo tanto habría que poner
manos a la obra.
Desde
pequeñita había sentido el dolor, le retorcían los dedos
si se quejaba, la pellizcaban si la veían feliz, le tiraban objetos
en la cara sin razón aparente.
si se quejaba, la pellizcaban si la veían feliz, le tiraban objetos
en la cara sin razón aparente.
No,
no había sido fácil. Sabía que irse de esta historia lugar
común, acerca de niños maltratados era lo mejor, sobre todo si
su madrastra, pues la había (si no no fuera tragedia completa), le
tenía deparado un destino de perros apaleados.
común, acerca de niños maltratados era lo mejor, sobre todo si
su madrastra, pues la había (si no no fuera tragedia completa), le
tenía deparado un destino de perros apaleados.
Había leído en su diario que pensaba venderla a un viejo de
esos libidinosos que compran niñas como esposas, cuando se
cansan de la anterior, lo cual no le parecía muy gratificante, allí
pasaría el resto de su vida, probablemente apaleada también,
pues no iba a dejarse hacer nada por semejante gusano.
esos libidinosos que compran niñas como esposas, cuando se
cansan de la anterior, lo cual no le parecía muy gratificante, allí
pasaría el resto de su vida, probablemente apaleada también,
pues no iba a dejarse hacer nada por semejante gusano.
Su
padre (personaje trivial de toda historia trivial) había
muerto de una enfermedad mal cuidada y la había dejado, sin
quererlo, en manos de la bruja de su última esposa. Y sí, también
había hermanastras que eran peores que la madre.
muerto de una enfermedad mal cuidada y la había dejado, sin
quererlo, en manos de la bruja de su última esposa. Y sí, también
había hermanastras que eran peores que la madre.
Y
para hacer más traumática esta historia, de edad un tanto
mayor que ella, se habían dedicado a explotarla, en el buen sentido
de la palabra, pues además de hacerles la comida, servírselas,
esperar a que terminaran, lavarles y plancharles la ropa, ya
adolescentes, les había dado por tocarla por las noches y le pedían
todo tipo de caricias que ella suponía se hacía sólo con los novios.
mayor que ella, se habían dedicado a explotarla, en el buen sentido
de la palabra, pues además de hacerles la comida, servírselas,
esperar a que terminaran, lavarles y plancharles la ropa, ya
adolescentes, les había dado por tocarla por las noches y le pedían
todo tipo de caricias que ella suponía se hacía sólo con los novios.
De
esa cuenta había decidido buscar una salida. Los
subterfugios de los cuentos que su padre le leía cuando era niña,
y que ahora sólo existían en su memoria infantil tales como ruecas,
manzanas envenenadas, hadas salvadoras, príncipes de beso o
peroles de agua caliente, eran únicamente parte de su imaginario
personal, y además sus hermanastras, temerosas de los deseos
suicidas que advertían en su mirada mientras le hacían el amor,
la vigilaban constantemente. Así que luego de reflexionar decidió
que lo mejor era quitárselas de en medio.
subterfugios de los cuentos que su padre le leía cuando era niña,
y que ahora sólo existían en su memoria infantil tales como ruecas,
manzanas envenenadas, hadas salvadoras, príncipes de beso o
peroles de agua caliente, eran únicamente parte de su imaginario
personal, y además sus hermanastras, temerosas de los deseos
suicidas que advertían en su mirada mientras le hacían el amor,
la vigilaban constantemente. Así que luego de reflexionar decidió
que lo mejor era quitárselas de en medio.
La
señora que llegaba a dejar la leche y el pan y con quien ella
había hecho una buena relación, la ayudó recomendándola con una
mujer que preparaba además de pociones de amor, también de odio,
envidia, cólera, resentimiento, abulia, hastío, bueno le hacía a los
mil oficios.
había hecho una buena relación, la ayudó recomendándola con una
mujer que preparaba además de pociones de amor, también de odio,
envidia, cólera, resentimiento, abulia, hastío, bueno le hacía a los
mil oficios.
Esto era lo que necesitaba pensó, y decidió regalarles un
via-
jecito al otro mundo. Tenía que ser fuerte, se había acostumbrado a ellas,
de alguna manera les debía su voraz sensualidad. Era
jecito al otro mundo. Tenía que ser fuerte, se había acostumbrado a ellas,
de alguna manera les debía su voraz sensualidad. Era
(de Pezóculos, 2001)

