LLUEVE
Sentada aquí frente a la computadora. Leo. Pero al mismo tiempo escucho el sonido fuerte de la lluvia. Cae fuertemente sobre las láminas que cubren parte del patio de la casa. Leo. Escucho llover. Ergo, llueve. Nada prueba que yo escribo mientras llueve. La única realidad comprobable es la lluvia, que tiene sonido, que puede mojar si salgo. La escritura hace un leve tecleo sobre la computadora. Llueve. Leo. Llueve fuerte. Sopla viento fresco entrando por la ventana. Leo. No entiendo mucho lo que leo. El sonido de la lluvia sobre la lámina es fuerte. Me hace pensar. Recuerdo. Otras lluvias. Otros tiempos con lluvia. La ventana de la casa no es la misma. La ventana donde yo me colocaba a ver llover, daba sobre la calle. Miraba correr la lluvia. No había computadora. No había lectura. Solo la intensidad del momento. Sola viendo llover. Solo el sonido de la lluvia, que cae en los dos momentos parece real. Cae sobre las láminas de aquella casa de un piso, y de esta casa de dos pisos. Leo. Sé que está lloviendo fuerte. El sonido se convierte en ruido. Entra la brisa colada por la ventana semiabierta. En el pasado, miro cómo la lluvia es una cortina de agua frente a mi cara. La ventana me cubre. Hay un saliente que cubre parte de la ventana y evita que me moje. Llueve. Cae estrepitosamente sobre las dos láminas. Se escucha el ruido. Cae la tarde. Se oscurece en los dos momentos de la experiencia. Baja el clamor de la lluvia. Miro una vez más por la ventana de aquella casa que no es real. Está siendo sentida por mí. Está en este momento habitándome en la memoria. La casa real me recibe desde algún espacio del amor que no entiende, ni entenderá.
Sentada aquí frente a la computadora. Leo. Pero al mismo tiempo escucho el sonido fuerte de la lluvia. Cae fuertemente sobre las láminas que cubren parte del patio de la casa. Leo. Escucho llover. Ergo, llueve. Nada prueba que yo escribo mientras llueve. La única realidad comprobable es la lluvia, que tiene sonido, que puede mojar si salgo. La escritura hace un leve tecleo sobre la computadora. Llueve. Leo. Llueve fuerte. Sopla viento fresco entrando por la ventana. Leo. No entiendo mucho lo que leo. El sonido de la lluvia sobre la lámina es fuerte. Me hace pensar. Recuerdo. Otras lluvias. Otros tiempos con lluvia. La ventana de la casa no es la misma. La ventana donde yo me colocaba a ver llover, daba sobre la calle. Miraba correr la lluvia. No había computadora. No había lectura. Solo la intensidad del momento. Sola viendo llover. Solo el sonido de la lluvia, que cae en los dos momentos parece real. Cae sobre las láminas de aquella casa de un piso, y de esta casa de dos pisos. Leo. Sé que está lloviendo fuerte. El sonido se convierte en ruido. Entra la brisa colada por la ventana semiabierta. En el pasado, miro cómo la lluvia es una cortina de agua frente a mi cara. La ventana me cubre. Hay un saliente que cubre parte de la ventana y evita que me moje. Llueve. Cae estrepitosamente sobre las dos láminas. Se escucha el ruido. Cae la tarde. Se oscurece en los dos momentos de la experiencia. Baja el clamor de la lluvia. Miro una vez más por la ventana de aquella casa que no es real. Está siendo sentida por mí. Está en este momento habitándome en la memoria. La casa real me recibe desde algún espacio del amor que no entiende, ni entenderá.

