Más
que una pequeña trampa: Del vacío, la memoria y
la palabra
La
obra poética de Aída Toledo es todo menos certidumbre, lo vemos –sentimos- en
este nuevo libro con el que parece continuar el desdoblamiento existencial que
inició desde sus poemas más tempranos. Mientras leo los poemas de este nuevo
libro resuenan libros como Brutal
batalla de silencios (1990) o Realidad
más extraña que el sueño (1994), o bien obras más recientes, como Con la
lengua pegada al paladar (2006) o Un hoy que parece estatua
(2010), pero no como repetición, sino como diálogo constante consigo misma y
como confirmación de una línea de reflexión sobre sí misma y sobre su entorno
que se nos presenta siempre coherente y honesta, eso sí, presente de manera
fragmentaria y obligando a los lectores a descifrar y a seguir ese hilo de
Ariadna que no deja que nos perdamos.
Pero
no estamos frente a una poeta que se mueve dentro del plano de lo puramente
referencial. Lo suyo es la construcción de poemas que pueden leerse a
diferentes niveles, pero para quien conoce su obra –y su vida- es obvio que Más que una pequeña trampa es muchas
cosas al mismo tiempo: lectura de sí misma en clave poética; diálogo con sus
lecturas literarias y filosóficas; apuesta lúdica por el enigma; invitación a
dejarse llevar por el ritmo y la sensualidad de la palabra. En fin, lo suyo es
el reto y la apuesta de quien se lanza al abismo de la palabra y de la vida
como abismo, como cenote.
Y
es que en medio de todo se encuentra el cenote como símbolo camaleónico de una
persona poética que dialoga consigo misma, con la vida y con ese ser que se
define desde el juego de tiempos paralelos pasado/presente/futuro que coinciden
en el poema y en donde la memoria se mezcla con el deseo. De tono filosófico,
los poemas de Más que una pequeña trampa
nos hablan también de una poeta que indaga sobre sí misma a partir de lecturas
y preocupaciones existenciales que se yerguen también como una biografía en
clave académica e intertextual. Reconocemos, por ejemplo, la presencia de
Nicanor Parra o de María Zambrano, pero también nos encontramos frente a agudos
guiños literarios, como el de esa rosa
puntual del “Nocturno rosa” de
Xavier Villaurrutia y de “La rosa puntual” de Enrique Noriega, poetas que
forman parte de su biografía personal y literaria y con los que la voz poética
de Más que una pequeña trampa
dialoga. De ahí que esa pequeña trampa vaya más allá que aquellos itinerarios que la
poeta pueda haber definido de manera consciente.
Dividido
en dos partes: O la nada o el vacío y
Cenotes, el libro se sostiene sobre
la idea del abismo y el vacío. A su vez, la primera parte está dividida en La
cuerda y De la ahorcada, aludiendo a ese
constante ir y venir del riesgo y la probabilidad –la cuerda- a esos saltos al
vacío que suponen el reconocimiento de la derrota y la imposibilidad –la
ahorcada. Allí volvemos a encontrar nuevamente la presencia de tópicos
conocidos y ahora presentes de forma renovada:
el amor y la pérdida; la memoria; el desdoblamiento del sujeto poético
(“Fuera lindo / Que yo / Fuera la otra, nos dice en Cenote V); la muerte; y,
por sobre todo, la palabra que convoca y que concede existencia sobre una
página en blanco que también es cuerpo y es vacío–abismo-cenote, como lo leemos
en el Cenote I, que se nos ofrece casi como un manifiesto:
La soledad de
la palabra
Imaginada
Antes de ser
escrita por la mano
Lista para
saltar
A la página
en blanco
Pequeña
suicida
Sin cenote
Y sí, la persona poética se lanza a Más que una pequeña
trampa de una manera brutal en donde la
reiteración hace que leamos este libro como un largo poema en donde la pregunta
central que se platea es sobre la vida, el desamor, el miedo y abismo de una
voz que, sin embargo, se salva y se reivindica por el cuestionamiento a través
de la palabra, que la define y la salva:
“en esta página escribo mi nombre”, “digo la palabra rosas y ellas
aparecen”, dice la poeta.
Maestra
del ritmo y de la adjetivación, Aída Toledo nos entrega un libro en donde cada
poema es una construcción poética cuidadosamente diseñada y en donde la memoria
personal se ve acompañada por una serie de sutiles referencias contextuales y
literarias que hacen que la persona poética se vea acompañada de otras
presencias y otras voces, algunas más obvias que otras. Cada poema de este
libro es, de alguna manera, la construcción de una escena, de ahí su carácter
cuasi cinematográfico, eso sí, a partir de la sugerencia, el fragmento y el
juego de planos.
De
poemas desgarradores y duros por momentos –aunque sin abandonar ese humor negro
tan suyo-, Más que una pequeña trampa,
vuelve de nuevo a esa sensualidad y ese erotismo que la poeta ha cultivado a lo
largo de su trayectoria y que se nos aparece en este libro quizás de manera más
introspectiva y sutil, pero siempre presente, como se nos presenta en el Cenote
VIII:
Este cuerpo se escribe
En estas líneas
Se posa sobre la página
Acariciándolo a usted
Que se encuentra tan lejos
Estamos ante una voz poética que se va dibujando a partir
de esos cenotes que se presentan como abismos a los que acude ante la soledad,
el abandono, el miedo y el abandono, pero que también son la posibilidad de
dejarnos atrapar por una palabra que nos reta y nos interpela. Más que una pequeña
trampa no solo es la reflexión sobre la vida,
es también la invitación a lanzarnos a una experiencia poética de la cual
podemos ser cómplices.
Introducción. Anabella
Acevedo

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