sábado, 3 de septiembre de 2022
viernes, 2 de septiembre de 2022
(m. mayer, imagen)
LA SORORIDAD COMO RELIGIÓN
Solemos olvidar que el mundo de las mujeres está repleto de experiencias donde hemos llevado las de perder tanto en los espacios domésticos como en los espacios públicos.
En la actualidad las mujeres más jóvenes que se encuentran en espacios laborales de distinta índole suelen sufrir frecuentemente de acoso de parte de sus empleadores, o de jefes menores que se consideran con derechos adquiridos por estar en una posición jerárquica arriba del papel que tienen estas jóvenes. Y suponen que como en todo sistema patriarcal, esto les da derechos de pernada.
En el caso de las mujeres que han adquirido suficiente educación para competir por puestos donde antes solo entraban los varones, uno de los impactos más grandes son las consideraciones y clasificaciones de posición y de salarios. Regularmente ganan menos que los varones que aunque no posean los mismos títulos que ellas, se encuentran valorizados un poco más arriba y reciben más sueldo.
Si una mujer reclama su derecho, puede suceder que acabe despedida, o que se encuentre alguna causa para desacreditarla y de esa manera deshacerse de ella en medio del escarnio. En estas maniobras suelen participar otras mujeres, que se encuentran en relaciones de dependencia con los jefes que regularmente son varones. O que son eslabones de un sistema que las ha atrapado y de dónde no pueden o no desean escapar, porque se ha hecho hábito recibir órdenes sin cuestionar los porqués de tal o cual decisión arbitraria por descuentes de género, clase social u origen étnico.
La experiencia nos muestra en la actualidad que las cosas no han cambiado tanto, y que tampoco los derechos peleados y luego adquiridos en las largas luchas por el derecho a la igualdad y la equidad desde el mundo de las mujeres, tienen un impacto en espacios sociales y políticos que se encuentran tomados por la corrupción, el narcotráfico y sus secuelas a distintos niveles, incluso en el académico.
La relación entre mujeres suele ser en la actualidad muy competitiva por un lado, y tiene un lado perverso que está en relación con las diferencias de edad, de clase social, de preferencia sexual y de origen étnico, donde acabamos destruyendo los lazos de solidaridad que distintos grupos de mujeres de variados lugares, orígenes y estratos, construyeron a lo largo de mucho tiempo como un puente de comprensión entre mujeres con problemáticas similares o con alguna recurrencia en las experiencias de opresión doméstica y pública.
Trabajando en espacios muy patriarcales, mujeres que hemos tenido acceso a la educación superior alta, solemos cuestionar, emplazar y rechazar los nuevos juegos del patriarcado, y escogemos como una opción posicionarnos en espacios donde se puedan habitar ambientes menos opresivos y excluyentes, cambiando nuestras actitudes y pensando y reaccionando más sororalmente, ante mujeres con fuertes situaciones de vulnerabilidad.
Ser más sensibles, abiertas y comprensivas con otras mujeres, que están situadas en espacios demasiado patriarcales, y que precisan de nuestra comprensión y ayuda para salir adelante, puede ser el único aliciente en un mundo que no está hecho para que quepan más mundos, y menos uno donde las mujeres podamos vivir libres de violencias, tanto físicas, psicológicas como epistémicas.
ANALIZAR Y PENETRAR EN LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...
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