sábado, 3 de septiembre de 2022


(feminismos/abya yala)


SABERES Y VIOLENCIAS
Me he recordado de algunas reuniones entre poetas en los años 80, cuando íbamos leyendo poemas que acabábamos de escribir y compartíamos en lectura con otros poetas regularmente varones. En ese momento los grupos literarios donde yo me movía estaban formados por muchos hombres y muy pocas mujeres. Pero lo mío se dio en el medio universitario, y no era común que hubiera muchas mujeres.
Luego en la década del 90 decidí ir a un taller con un famoso poeta, mayor que yo, que tenía fama de ser un gran tallerista. Con él se habían formado poetas que yo consideraba muy buenos, y con quiénes sostenía una relación literaria que había fortalecido mi escritura.
Lo cierto es que en los dos casos estuve expuesta varias veces a que mis poemas fueran criticados fuertemente por la mayoría de varones del grupo, por no parecer poesía, pero se les unían las pocas mujeres con sus tibias opiniones sobre nuestros textos que no parecían poesía. Al poseer una personalidad combativa esto de aceptar lo que me decían no iba conmigo obviamente, entonces rechacé de manera enérgica cualquier comentario que implicara descontar mis poemas como poemas, y continué desarrollando sin que la opinión de aquellos sujetos, hombres principalmente, me detuviera. 
Me daba cuenta que me encontraba escribiendo de manera distinta a como ellos suponían debía lucir la poesía. Si en ese momento hubiera yo encontrado y leído los poemas de Ana María Rodas de 1973 me hubiera dado cuenta que precisamente sus poemas en el libro discuten el hecho de aceptar las recetas que en aquel entonces los varones, solían dar, sin estárselos pidiendo, sobre todo a los textos escritos por mujeres, que en algunos casos no estaban dentro de la línea o estética nerudiana que a ellos les parecía, era el modelo poético del momento.
Por supuesto que había leído a Neruda, mínimo en los Versos del capitán o el famoso libro de los 20 poemas de amor y una canción desesperada, y sí me gustaba, pero eso no quería decir que mi escritura tomara ese modelo, porque no se me daba en su totalidad. A lo mejor porque nuestra escritura en los años 80 estaba más en sintonía con las escrituras de otros y otras en distintos lugares del mundo, que poseíamos una escritura mucho más conversacional y popular, periférica y descentrada, que lo que Neruda proponía, que también tenía su atractivo.
El punto central de esto que escribo, es recordar que en distintos momentos de mi vida, por dedicarme a la escritura en sus diferentes géneros, he estado enfrente de otros y otras, que quieren darte lecciones de cómo escribir, darte lecciones de escritura, no solo creativamente, sino también ensayísticamente, pero los peores momentos han sido con los puristas del lenguaje, que creen siempre que te pueden mejorar la plana, aunque no posean muchos textos publicados propios con que demostrar que tienen una excelente redacción y que conocen todas las reglas gramaticales a las que se adhieren ese tipo de individuos.
He notado que esta actitud de demostrarte que tu escritura posee muchos problemas de eficiencia, es algo más común cuando se trata de la escritura realizada por las mujeres. Puedo poner muchos ejemplos donde esto se prueba, pero no es esa la intención, sino hablar de cómo en el medio académico y creativo, estamos tan expuestas a ser violentadas y descontadas por sujetos que nos quieren corregir la plana, y que en otros medios menos patriarcales, eso ya no se tolera.
Es más común en la actualidad que en los consejos editoriales y en los equipos de corrección  haya un número mayor de mujeres, porque eso evita estos descuentes de género, sobre todo si las mujeres asumen una actitud menos visceral con los textos, solo por venir firmados por mujeres.
He estado pensando en estas situaciones. Suelen provocar muchas violencias, que yo asumo como de género. Porque se realizan mayormente en los textos escritos por mujeres que en los que hacen los varones.
De esa cuenta que al concursar en espacios de literatura, algunas de nosotras simulemos o escondamos el género en el que estamos escribiendo, para evitar este tipo de reacciones en los jurados, que obviamente tienen un fuerte poder en ese momento. En varias ocasiones simular el género ayuda a ganar el concurso. Por supuesto que esto tiene aristas a comentar, como el caso inverso, cuando los varones simulan ser mujeres en concursos donde los jurados van a cuidar mucho el prejuicio de género, para optar a un premio tal o cual.
El punto central quizás sea el hecho de sufrir las violencias y tener que hacer silencio, porque en las instituciones se han equivocado colocando en espacios de poder de decisión o de evaluación, a individuos que tienen prejuicios de género girados a lo perverso. 
Es evidente que Sor Juana sigue teniendo razón cuando dice lo siguiente: "In malevolam animam non introibit sapientia".




viernes, 2 de septiembre de 2022


                 (m. mayer, imagen)


 LA SORORIDAD COMO RELIGIÓN

Solemos olvidar que el mundo de las mujeres está repleto de experiencias donde hemos llevado las de perder tanto en los espacios domésticos como en los espacios públicos.

En la actualidad las mujeres más jóvenes que se encuentran en espacios laborales de distinta índole suelen sufrir frecuentemente de acoso de parte de sus empleadores, o de jefes menores que se consideran con derechos adquiridos por estar en una posición jerárquica arriba del papel que tienen estas jóvenes. Y suponen que como en todo sistema patriarcal, esto les da derechos de pernada.

En el caso de las mujeres que han adquirido suficiente educación para competir por puestos donde antes solo entraban los varones, uno de los impactos más grandes son las consideraciones y clasificaciones de posición y de salarios. Regularmente ganan menos que los varones que aunque no posean los mismos títulos que ellas, se encuentran valorizados un poco más arriba y reciben más sueldo.

Si una mujer reclama su derecho, puede suceder que acabe despedida, o que se encuentre alguna causa para desacreditarla y de esa manera deshacerse de ella en medio del escarnio. En estas maniobras suelen participar otras mujeres, que se encuentran en relaciones de dependencia con los jefes que regularmente son varones. O que son eslabones de un sistema que las ha atrapado y de dónde no pueden o no desean escapar, porque se ha hecho hábito recibir órdenes sin cuestionar los porqués de tal o cual decisión arbitraria por descuentes de género, clase social u origen étnico.

La experiencia nos muestra en la actualidad que las cosas no han cambiado tanto, y que tampoco los derechos peleados y luego adquiridos en las largas luchas por el derecho a la igualdad y la equidad desde el mundo de las mujeres, tienen un impacto en espacios sociales y políticos que se encuentran tomados por la corrupción, el narcotráfico y sus secuelas a distintos niveles, incluso en el académico.

La relación entre mujeres suele ser en la actualidad muy competitiva por un lado, y tiene un lado perverso que está en relación con las diferencias de edad, de clase social, de preferencia sexual y de origen étnico, donde acabamos destruyendo los lazos de solidaridad que distintos grupos de mujeres de variados lugares, orígenes y estratos, construyeron a lo largo de mucho tiempo como un puente de comprensión entre mujeres con problemáticas similares o con alguna recurrencia en las experiencias de opresión doméstica y pública.

Trabajando en espacios muy patriarcales, mujeres que hemos tenido acceso a la educación superior alta, solemos cuestionar, emplazar y rechazar los nuevos juegos del patriarcado, y escogemos como una opción posicionarnos en espacios donde se puedan habitar ambientes menos opresivos y excluyentes, cambiando nuestras actitudes y pensando y reaccionando más sororalmente, ante mujeres con fuertes situaciones de vulnerabilidad.

Ser más sensibles, abiertas y comprensivas con otras mujeres, que están situadas en espacios demasiado patriarcales, y que precisan de nuestra comprensión y ayuda para salir adelante, puede ser el único aliciente en un mundo que no está hecho para que quepan más mundos, y menos uno donde las mujeres podamos vivir libres de violencias, tanto físicas, psicológicas como epistémicas.





ANALIZAR Y PENETRAR EN  LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...