domingo, 28 de abril de 2024

 



"Razón poética y machete sin hoja: una lectura oblicua"
(Texto de presentación del libro Machete sin hoja al que le falta el mango de Balam Rodrigo, Premio Cardoza y Aragón,

Guatemala, 14 de abril, 2024. Fondo de Cultura económica de Guatemala)

La poesía actual latinoamericana es vasta y variada, procedente de distintos espacios geográficos donde la colonización y la colonialidad impusieron el idioma, la religión y la práctica de la cultura, y donde más tarde las distintas migraciones y los mestizajes han dejado marcada una huella profunda. Esta poesía entonces presenta una gama inacabable de temas y estilos que a lo largo de un tiempo han quedado como sello de lo que es ser y a veces no ser latinoamericanos.
Hoy toca hablar del libro de un poeta mexicano que afirma que parte de su identidad cultural se amarra con Centroamérica, yo más bien diría que con Guatemala porque es en su propia infancia, al momento de fijar identidades de pertenencia, a donde va continuamente con su padre y de donde le toca volver de una manera casi cíclica, para más tarde volver a iniciar el rito, en un proceso continuo e inacabable.
Vivir en Chiapas y pasar a Guatemala como forma de vida, marcó su manera de entender este espacio geográfico, provocó igualmente que regresara más tarde a buscar poéticamente sus raíces centroamericanas. Así mediante ese proceso de volver a Centroamérica y atravesar la frontera hacia Chiapas ya en edad adulta, escribió y publicó el Libro centroamericano de los muertos (2018) que considero un homenaje a esa itinerancia, y que el poeta asume como postura política en el caso de la migración centroamericana.
El libro que me permite comentar hoy Machete sin hoja al que le falta el mango (2023) gana finalmente el premio Luis Cardoza y Aragón. Asistiendo yo al momento de otorgarle el premio me di cuenta que también se trata de uno de esos pocos casos, en que el premio se honra y adquiere mayor prestigio, cuando un poeta de la trayectoria de Balam Rodrigo lo gana.
Machete sin hoja al que le falta el mango se divide en siete partes donde se indaga sobre la creación y la razón poética, y por eso mismo discute el acto creador en relación con el silencio, la fe, el mundo onírico y el sentido de la vida entre otros temas.
Además es el resultado escritural de un trayecto largo por la poesía de un escritor chiapacentroamericano que indaga discursivamente acerca de ese animal verbal que lleva atado al corazón, y que posee sangre caudalosa capaz de reflejar el rostro vacío del poeta que la canta, que asume con lenguaje cotidiano decir las cosas como que fueran sus últimas palabras.
Los textos hablan de los dilemas de la subjetividad poética. Se posicionan desde un espacio casi autobiográfico, pero de alguna forma anónimo, el de un poeta que escribe sobre las páginas de la noche, y en mi experiencia fenomenológica, de la lectora que experimenta el don de la bilocación, que siente, presiente y transita por los tiempos de la escritura, que intenta descifrar las claves, y que penetra los resquicios del poema ataviada por la animala de los sueños.
Las reflexiones sobre la existencia del poeta como un elegido son puestas en duda en los poemas de este libro, porque el poeta es más bien un ladrón, un bastardo de la palabra que en vano intenta domesticar a la muerte y al silencio. No es más que el que allana el recinto de la poesía y luego entreteje un manto para cubrir la voz que canta. Se produce una compulsión de realidad, un simulacro de la creación instalada en el imaginario social del siglo XXI: “Porque el poeta no es solo testigo de la violencia y la ignominia, y aunque en apariencia no pueda hacer otra cosa más que levantar la hoz de su palabra, con ella decapita el olvido y mutila las lenguas mudas…” (Machete, 75).
El poeta comunica su hallazgo, le dice la verdad a la lectora, la experiencia ha dejado de ser subjetiva y pasa a convertirse en una verdad poco discutible. Lo poético está tratado en el libro como ese lugar oscuro, profundo cenote, donde lo divino se encuentra y donde la verdad puede ser vista como una revelación: “Ofrecer al insospechado lector una poesía escrita con las entrañas y construida desde el humano lenguaje de las cosas que pasan inadvertidas, anudar las palabras de siempre con hilos de aire, atar al cuello un dogal de piedras sonoras, musicales, cuyo peso lidie -ala púgil- con el silencio”. (Machete, 71)
La voz poética recupera a través de la conciencia y el encuentro con lo divino un tipo de realidad que es casi inabarcable, donde solo el arte puede interceder para alcanzarla, su materia en el caso de la poesía es la palabra, no se trata de elaboración artesanal, se aleja de lo fútil y cursi, el poema es: “furia contemplativa y reflexiva, agujero cavado en el vacío, epifanía para representarse en el gran teatro del silencio”. (Machete, 85) Y es porque la razón poética une dos fenómenos distintos, nos revela tanto lo originario como la creación poética que lleva consigo un tipo de belleza que responde a lo primigenio, el poeta dice: “Solo la antigua lengua de musgo escribirá las suficientes letras de sombra para tatuar el dolor en el agua muerta del pozo sin fondo de la noche”. (Machete, 74)
La poesía escrita en Machete posee una fuerte dosis de reflexión filosófica, se trata en palabras de María Zambrano de un saber acerca del alma, elaborado a través de metáforas que precisan de rearmarse para situar los sentidos porque se encuentran mutilados. El artefacto se armará en palabras de la voz poética por medio de sus vestigios que vendrán cargados de múltiples significados. (Machete, 23) Es el artista el que encuentra el mundo destotalizado y debe erigir uno distinto con los restos. Solo se logra si el poeta toma conciencia de su marginalidad: “la poesía desnuda, salvaje y polígama, los sueña”. (Machete, 23)
Es inevitable pensar en esta lectura de Machete, que la escritura está trabajando como función mediadora, ya que abre fisuras y posibilita que esta lectora tenga una experiencia de lo sagrado, ya que transita en su lectura por varias vías, precisa de una intuición poética, deberá entrar allí como se coloca a la salida del sueño en el instante de la vigilia para poder resistir al tiempo real y colocarse en un proceso que construye y destruye lo divino enfrente de ella. Así se dice en el siguiente texto del libro: “Todo libro de poesía es una llave para abrir y leer el mundo: puerta cerrada para los que no sueñan, los que no imaginan, los que no ven la poesía”. (Machete, 112)
Dentro de un lenguaje altamente metafórico en el libro se nos ofrece una compleja discusión sobre la escritura poética y sus relaciones con mitos y valores estéticos que en los imaginarios sociales actuales no se encuentra a la vista. La escritura intenta llegar al fondo donde lo divino puede estar agazapado como una revelación que deberá develarse. Termino diciendo en voz de Machete: “Todo libro de poesía es un manual de ritos capaz de transmutar hechizos y encantamientos en versos que descifran las cosas contingentes y secretas del mundo cotidiano, desvelando un singular universo de seres feéricos, criaturas fantásticas, espíritus antiguos y monstruos míticos que existen desde el principio y yacen ignorados…” (Machete, 117)

Bibliografía citada y consultada
Balam Rodrigo. Machete sin hoja al que le falta el mango. Guatemala: Editorial Cultura, 2023.
Larubia-Prado, F. Filosofía de la poesía: María Zambrano y la retórica de la reconciliación.
Serantes, Arantxa. La razón poética como centro creador en María Zambrano.






(n.spero)

"Luciérnaga en el claro del bosque"

(texto de presentación del libro Proclama de pólvora y deseo de Waleska Monterroso (Parutz editorial, 2024)


Han pasado años, décadas, yo escribía textos en libretas, en papeles sueltos, en servilletas. Eran años duros. La guerra emplazaba nuestras vidas. El clima era de incertidumbre. Pero yo seguía y seguía la escritura de aquellos objetos, pequeños artefactos sin forma, ligeramente descuidados, absolutamente desaliñados, parecían los primeros artefactos a los que llamé ingenuamente tortillas y que hice en la década del 90 con una maseca bastante cara, en una ahora lejana y todavía larga en la memoria, noche de nieve en Pittsburgh.
Leyendo el libro de Waleska, Proclama de pólvora y deseo, publicado acertadamente por Parutz Editorial este año, entiendo de nuevo y regreso a ese momento de la primera escritura de mis textos. Porque cada vez que una nueva poeta aparece y yo la leo, la analizo, la gloso, la comento, me veo reflejada en el espejo del inicio de mi propio y sufrido proceso como poeta, como narradora y aún como ensayista.
No está fácil esto de dedicarse a veces a las presentaciones de libros de otras y de otros escritores jóvenes. No está sencillo volver a sentir la fresca pulsión que te empuja a escribir desde lo más recóndito del cuerpo, desde esos misteriosos espacios pliegosos de la carne.
Algunas veces este proceso se produce atosigada por el miedo, en medio de pánicos irracionales relacionados con el qué dirán, siempre suspendida en el vacío por las terribles garras de la autocensura.
Nada de esto es poco complicado, porque interpretar los poemas de otras mujeres de diferentes tiempos y lugares, donde también pesan los orígenes, es regresar a ese punto 0 donde empezaste, donde te diste cuenta de que había que desnudarse en público con el poema, que se requería de una entereza que a veces no se tiene, que hace falta valor para lanzarse hasta el fondo del cenote para acariciar el huidizo artefacto que se ha construido y tratar de empalabrarlo.
Leyendo nuevamente el libro Proclama notaba que se trata de una voz enérgica, recalcitrante y decidida, porque procede de una genealogía de escritoras (aunque ella todavía no pueda advertirlo) que no han quedado silenciadas ni por el padre, ni por el hermano, ni por el marido y menos por el amante. Se declara así simplemente, libre e independiente de habitar el deseo, se entiende como pájaro migrante, siempre mudando de estaciones.
La poesía es en sus manos una pequeña arma con filo. Corta delicadamente, penetra, no admite que se le recrimine por sentir, por desear, por amar contra todo pronóstico y gritarlo en medio de las páginas.
La seducción en Proclama ya no le sirve al patriarcado que se debe enfrentar a este tipo de argumentos. Las poetas descendientes de esta genealogía son una especie que escupe y enfrenta los necios argumentos de la ética y la moral moderna que modelaba a las mujeres.
El sujeto lírico en el libro de Waleska reclama la posibilidad de cantarle al cuerpo del amado, de dejar el miedo de decirlo todo, de dejar de lado el decoro, y por eso en este texto se reconoce como fuego del ocote, proclama el despertar novedoso de la carne, la fidelidad no es más que una monumento, una blanca y pulida estatua anclada en la avenida de lo obsoleto.
Hay en su Proclama una invitación a saltar a asumir el vértigo, el sujeto amado es increpado con furia a mostrarse en su firmeza de macho enardecido. Porque la voz lírica está llena de gozo, ha conocido la intimidad del mundo, y no le da miedo declararlo, está allí resumida en dos bocas que se aman, que se ensalivan, que se penetran, que se lamen.
La intensidad del amor carnal se apaga al final del libro y la poeta reposa en su duelo, sabe que el cuerpo, animal metafísico, tiene memoria, y es capaz de retener por largo tiempo los instantes de dicha absoluta, por eso hay que esperar un tiempo de duelo, y de nuevo estará preparada para empezar el gozo, para iniciar el largo camino del amor en otro cuerpo, en otros amantes.
La sujeto lírica se declara de nuevo una extraña ave, una pájara ahita de plumas brillantes, semejante a una árbol que con elegancia pierde sus hojas, un cuerpo desnudo en la inmensidad del universo.
Se reconoce inconstante, huidiza y renuente. Se convierte en luciérnaga al final de camino, volviéndose hacia dentro, encontrando el sendero, buscando ansiosa quizás los inencontrables claros del bosque que imaginaba María.
(Iximulew, una noche de esas en la zona roja de la ciudad rondada de luciérnagas)

ANALIZAR Y PENETRAR EN  LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...