LARGO SEMÁFORO DE IDENTIDADES
Me vine a Xela para poner distancia entre mis yos. Me vine a Xela para saber si a vos, te extraño menos o más, que cuando estoy allá en la ciudad llena de perros callejeros. Me vine a Xela para no sentirme presa. Para salir de la cárcel de la cotidianidad. Me tomé un bus. Venía vacío. Allá en Cuatro Caminos se subió la policía militar, para ver si había centroamericanos viajando en el bus. En realidad sí, todos estábamos allí con nuestra centroamericanidad llevada a cuestas, lo queramos o no. Me vine a Xela, buscando mi famoso ombligo extraviado. Mi papá me aplaudió la tarde anterior, cuando supo que yo me vendría a Xela, lo que me hace pensar que mi ombligo tiene bastante posibilidad de haber sido enterrado en este lugar. Sí, me vine a Xela. Llegué a Xela. En mi cartera traía un libro. Requiém por Teresa, recién sacado por el FCE. La última novela de Dante Liano. Leyendo la novela en el bus, como una lectora que se respete, iba yo, cuando subió la policía que les cuento, en Cuatro Caminos, me miraron con sospecha. Ya que nadie más venía leyendo. Se dieron cuenta seguramente, que yo no parecía de Guatemala, que si iba leyendo sería de otro país (como que nadie lee en Guatemala se dijeron). Pidieron el dpi. Yo me tardé en sacarlo. Me hablaron para ver si me sentían un acento distinto. Y yo, sí que tengo un acento distinto, mezcla de los acentos de los distintos lugares donde viví durante 16 años. De las distintas personas que traté día a día esos 16 años, argentinos, chilenos, venezolanos, mexicanos, nicaragüenses, peruanos, brasileños, mexico americanos, españoles; de distintos colores también si eran norteamericanos, blancos, negros, mulatos, amarillos. Y es que el acento tiene color, pensé. Efectivamente en medio del intríngulis de la novela, y porque la trama me tenía atrapada se me cayó el monedero cuando intentaba sacar el dpi. Eso los hizo pensar que efectivamente mi acento me delataba. Y sigo pensando que sí, que mi acento cambiaba de colores. Era como un largo semáforo de identidades. Y cuando dije dpi, lo dije como argentina, cuando se me cayó el monedero, lo mexicano se me salió, "chinga su madre", dije sin querer, luego cuando intentaba dárselos se me resbaló de nuevo y cayó sobre el sillón del bus, despertando nuevas sospechas, que estuviera más nerviosa que una salvadoreña intentando pasar por guatemalteca. Y así iba yo, cometiendo todos los errores que podía. Todo se me caía, hasta la novela boté. Por suerte no perdí la página en donde iba. Finalmente entregué con un estilo un poco agringado mi dpi, y hasta dije sorry, y luego cuando me lo devolvió, y ya saben uds que una no se parece para nada a su foto del dpi, porque cuando sacan esa foto, una, está como la gran diabla, porque ha hecho todas las colas del mundo, y ha pasado al menos media mañana en ese lugar. Total, que todavía se bajaron viéndome de reojo. Me recordé entonces de los caballos, porque me miraron así, acaballadamente (yo como pinche lectora, me recordé de El hombre que parecía un caballo) de lado y bufando. Con hartas sospechas. Y yo pues ya ven sin pena ni gloria, volví a la novela, porque me tenían harta los tiras culeros, boludos pensé. Me cago en la leche, dije bajito, cuando desde fuera del bus, todavía me querían ver la cara de hondureña que va a la Mesilla. Al final Anabella me estaba esperando en la parada del bus. Y al sentarnos a descansar en un lugar, nos dimos cuenta que como buenas fans de Dante Liano, llevábamos la misma novela en la bolsa. Ay pensé yo. Qué suerte que no íbamos juntas. Seguro que a los tiras, esto sí les hubiera parecido sospechoso!

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