Los libros de mujeres tienen todos su historia. Para poder nacer, para poder escribirse, para editarse, para salir sin miedo al público. Para todo. Este libro es mi primer libro de narraciones cortas y de poemas en prosa. Titulado Pezóculos (2001), nombre pensado por mí, a raíz de estar leyendo los textos de Cortázar con lo de textículos, me di en pensar cómo decirle a aquellos textos salidos del cuerpo de lo femenino. Así nació el título, Pezóculos, formado de dos palabras con las cuales "ellos" nos nombran, nos miran y nos comprenden, "pezones y culos". Para elevarle la categoría a título de arte decidí fundirlos y llamarles así a mis textos, que en general, vienen de este cuerpo.
Muchos de ellos tildados "procaces", y eso que Ana María Rodas y las feministas de los 60 y 70, ya habían acuñado palabras y textos que le paraban el pelo a los varones (que tenían pelo). Mis textos fueron llamados por José Mejía en un articulito reseñal sobre el libro como: "ensarta de culos y pezones", dada cuenta que no le había gustado mi perspectiva, y muy a pesar de que en aquel final de siglo, él había mostrado gusto por mis textos poéticos. Me parece que estos no le habían gustado. Y pienso reflexivamente que no le gustaron, porque tenían "gesto y tono" desacralizantes, que tanto les había molestado de Rodas. Pero qué podemos hacer. Esos textos en por lo menos el 50% los había yo escrito en la década del 80. En alguna ocasión le mostré a varios amigos los textos, y se rieron algunos, otros dijeron que "necesitaba sexo", algunos otros me dijeron que no era poesía, lo que venía en prosa poética, y que los textos narrativos, no parecían cuentos. Y así iba la opinión de mis lectores y lectoras, hasta que se los mostré una vez a Rafael Gutiérrez. A él sí le gustaron y me mostró algunos textos eróticos que él estaba haciendo, con lo que yo pensé que habíamos algunos que para nada seguíamos a Neruda, éramos puros pinches discípulos de Parra.
Hacia el final de la década del 80. leyendo a los escritores de la generación del 70 (Rodas, Noriega, Rivera y Martínez) supe epifánicamente, que tanto Rafael G., Sergio Morales y yo éramos seguidores de aquellos, aunque no lo supiéramos. Digamos que encontramos el hilo para entrar al laberinto. Este libro publicado hasta el año 2001, no hubiera sido posible, si no conozco a Juan Fernando Cifuentes, que solía publicar libros de mujeres. (por si no lo saben y están inventando más mitos pos-postmodernos fue quién publicó Torres y tatuajes de Isabel de los Ángeles Ruano). Me comentó que quería publicarme un librito de narrativa, yo le di mi borrador, con los textos que tiene el libro en su forma original. Poemas en prosa y microficciones. A él le gustaron, pero le dio cierto temor y resquemor, porque yo ya en ese momento (2001) vivía con E. Noriega, y como los textos eran "gruesos" (como él mismo los llamó) para el momento en que él los estaba leyendo, entonces me dijo que llamaría a Enrique por tel (no existían los celulares para que uds calculen el inicio de siglo y las tecnologías de punta). Seguro quería que E. le dijera si no había problema en publicarlos. (risas) De hecho cuando lo llamó yo estaba a la par. E. conocía bien los textos. Solíamos mostrarnos y leernos los textos en aquel fin e inicio de siglo. Además yo me apoyaba bastante en la forma en que E. limpiaba y trabajaba los textos, algo que yo había ido practicando en un taller con él en el ya olvidado año de 1989 e inicios de 1990. Entonces E. le dijo que le gustaban mis textos y que los conocía bien. Hagan de caso que había dado su venia. Yo por supuesto, le agradezco a los dos haber confiado en mi libro. Y creo sinceramente que si E. dice que no sabe bien, etc. no se hubiera publicado por mucho que Juan F. me apreciara como escritora. En fin, esa es la historia del libro, y claro, no tuve reseñas casi. La de Mejía que fue muy dura, pequeña y dura. Y la de Lucía Escobar, que me hizo una entrevista muy profesional. Ahorita agradezco a Lucía hacerme la entrevista y ocuparse en ese momento de mi libro. Yo tuve un apoyo más para ese libro, la excelente presentación-introducción que le hizo Regina Schroeder, maestra en literatura latinoamericana por la U. de Pittsburgh, quién entre 1995 y 1997 me introdujera a la literatura de mujeres que yo no había leído. Ella hizo un excelente prólogo de ese libro, incluido en la edición de Palo de Hormigo. Pero fíjense como es la cosa. Hoy yo me recuerdo de ese libro a raíz de todas las acciones contra la violencia sobre las mujeres, que al paso del tiempo no han parado. Mi libro relata violencias y recurrencias de las violencias, entre 1980 y 1990, que fue cuando yo tenía el libro armado, con textos viejos de la década del 80 y otros de la del 90. Las cosas se han recrudecido. Si la guerra los hizo practicar torturas terribles contra las mujeres, hoy la violencia cotidiana, migratoria y político-económica (narcotráfico, pandillas y otros grupos) ha superado las expectativas de las violencias, convirtiéndolas en prácticas terribles, que ni siquiera tienen explicaciones en la moral colonialista, la han rebasado. Por eso traigo a colación el libro. Se paró en la llaga abierta de los patriarcalismos guatemaltecos. Dice cosas terribles de las que yo no me averguenzo, porque son denuncias artísticas, como las que hoy se siguen haciendo, y tienen razón, porque las violencias crecen, dan risa, son mediáticas, siguen siendo terribles, al menos reflexionemos sobre ellas. Han sido y siguen siendo horribles. No hay nada peor que temerle a quién queremos amar.

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