viernes, 6 de marzo de 2020




DE ROSA A LUISA: UNA FEMINISTA GUATEMALTECA DE LOS AÑOS 20

Rosa Rodríguez López nace en 1907 en Guatemala y fallece en la misma ciudad en 1992. Desde un inicio Rodríguez es enviada por su familia a los Estados Unidos a la edad de nueve años para continuar allá su formación en una escuela religiosa. Al volver a Guatemala cuatro años después se encuentra con que en el país las muchachas no tienen oportunidad de ir a la Universidad, lo cual le causa gran impacto.  Además porque se veía a sí misma como escritora y periodista, se da cuenta rápidamente que en el medio político en el que se encontraba tendría que insertarse de una u otra forma, en las redes sociales que se encontraban abiertas por un movimiento social y cultural de transformaciones de la sociedad. De esa manera entra a pertenecer a esa red social que giraba en torno a una serie de publicaciones en forma de revistas y periódicos, que intentaban de varias maneras modernizar los espacios públicos. Dichos espacios de acuerdo a la crítica, eclosionaron tras el derrocamiento de Estrada Cabrera y proliferaron durante la dictadura de Ubico. Las mujeres de este grupo a donde se integra Rodríguez, provenían en su mayoría de la generación de 1920 en Guatemala, y se presentaban como poetas y escritoras. Poseían en los medios de comunicación, una sección cultural llamada “Sociedad Gabriela Mistral”, y manejaban para sí, al menos dos columnas fijas para debatir los derechos de género y pelear por las reivindicaciones ciudadanas. La red de mujeres estaba influenciada fuertemente por la teosofía y las mismas autoras pertenecían  a asociaciones y clubs espiritistas.[1]
 Es en este contexto que Rosa Rodríguez inicia el largo camino de asaltar como puede los espacios abiertos por las coyunturas políticas y culturales. Llegando de alguna forma a fundar esta sociedad con su hermana y otras de las mujeres de la misma generación.   No podemos dejar de mencionar que durante este periodo de tiempo con la “Sociedad Gabriela Mistral”, Rodríguez aprende a valorar los densos vínculos de solidaridad e identificación que existen entre estas escritoras de la sociedad Mistral. Ya que se sienten de alguna manera, pertenecientes a las redes teosóficas, pero principalmente por la identificación de género. 
Ya se ha señalado que fue Rodríguez quién asumió un papel protagónico en estos grupos de mujeres organizadas y unidas por dos fuertes vínculos. Es importante desde nuestra óptica, cómo ella logra aprovechar con sus compañeras, un espacio que las ayudó a salir del ámbito doméstico-privado, donde se movían, y empezar a generar opinión desde distintos medios de comunicación, con lo que realizan lo que llamaremos aquí el “asalto del espacio público”. En sus escritos periodísticos trató temas feministas, y la agenda que manejaban a nivel de grupo les dio la oportunidad de discutir estos temas que no habían sido todavía debatidos, sino únicamente en círculos reducidos o dentro del espacio doméstico.
Rosa Rodríguez al igual que otras de las mujeres de la sociedad Mistral, también aprovecharon la coyuntura del estudio de la teosofía. Ya que no se veía mal que las élites intelectuales urbanas, se dedicaran a su estudio y que lo ampliaran hacia las reflexiones sobre el espiritismo.  Esto las privilegió para poder discutir abiertamente por los periódicos, los asuntos relativos no solo al derecho de las mujeres respecto al trabajo y el voto, sino a tocar otros temas como el del regeneracionismo.[2] Rodríguez López y sus compañeras aparecieron publicadas en la revista Vida, cuya duración fue de dos años, publicando de septiembre de 1925 al 15 de junio de 1927. Fueron 48 números, pero donde es significativo  que los directores fueran siempre varones. Sin embargo esto no lo discutían ellas, ya que estaba en uso el padrinazgo de algunos escritores de su propia generación. Su participación en la sociedad Mistral le enseñaría y ayudaría al trabajo que haría en el futuro. Este momento coyuntural le enseñaría a discutir ampliamente los asuntos de género sin apasionadas y radicales posturas feministas. Y aprendería en la práctica que era necesario trabajar para abolir la inferioridad de las mujeres, de la cual nos deja noticia en sus ensayos, demostrando que podían ser dignas de igualdad política y social.
Cuando Rodríguez decide salir para México ha cumplido 19 años, es el año 1926, podemos señalar que la revista Vida, se deja de publicar en junio de 1927. Lo que nos hace conjeturar sobre el liderazgo que tenía esta escritora en las publicaciones de la sociedad Mistral.   Se desplaza hacia la ciudad de México, para estudiar en la UNAM donde logra inscribirse sin problema alguno. Además pronto encuentra trabajo como periodista en un diario que da noticias sobre Guatemala. Aquí inicia su participación dentro de un grupo de intelectuales entre los cuales estaba Diego Rivera. Al mismo tiempo conoce a quién será su primer esposo, Miguel Ángel de León, dieciséis años mayor que ella. Es el momento también de su primera publicación, un libro de poemas titulado El vendedor de cocuyos (1927). Luego de un tiempo en este círculo junto a su esposo, continúa una travesía, que en la vida de la guatemalteca no se detendría. Además con de León procrea su única hija y de México se trasladan a Nueva York, en un momento duro de la depresión económica en Estados Unidos, durante la década del 20.  Su vida daría en Estados Unidos un cambio radical, ya que debe dedicarse a trabajar como obrera en un taller de costura. De ese aprendizaje como costurera, viviendo en el Spanish Harlem, Rodríguez obtiene una fuerte experiencia de sobrevivencia y de conocimiento, ya que deberá hacerse cargo de su propio hogar cuando colapsa su matrimonio. Sería haciendo este trabajo que conocería las condiciones miserables de vida de los trabajadores hispanos en Nueva York. De ese periodo es la fundación de la “liga de las costureras” donde participa activamente. La organización se convertiría con el tiempo, en un espacio legal para buscar mejores condiciones laborales para el colectivo donde se encontraba inserta. Pero uno de los movimientos políticos más fuertes que hace en ese momento, es el de unirse tanto al “Centro Obrero de Habla Hispana” como al “Partido Comunista Estadounidense”, acción que le representaría con el tiempo una gran desventaja para su estatus migratorio.
Su matrimonio finalmente fracasa y abandona Nueva York con su hija en 1935, marchándose solas a Florida, donde ha aceptado un trabajo para organizar a los trabajadores  fabricantes de cigarros, cuando laboraba para la Federación Americana del Trabajo. Y es allí cuando decide dar el salto del que hablamos, en primer lugar porque toma conciencia de su nueva clase social.  Se cambiará inicialmente el nombre y asumirá de allí en adelante una nueva identidad, más en relación  con las mujeres que vivían en condiciones similares a las de ella en posición de inmigrantes.  Asume entonces el nombre de Luisa Moreno, cuyo homenaje se lo hace a una obrera común y corriente. Se sabe ahora por recientes investigaciones, que su nombre de pila cambia a Luisa, en honor a Luisa Capetillo, de origen puertorriqueño, quién trabajara por los derechos de las inmigrantes en Florida al menos dos décadas antes que Rodríguez López apareciera en la escena. Y el apellido lo toma del nuevo color con el cual se identifica, en oposición al color blanco, que su nombre de pila rezaba. Y de allí en adelante lo utilizará en sus batallas pro organización de los trabajadores en Florida, Texas y California.[3]   
“La caravana de penas”
Así tituló Rodríguez López, alias, Luisa Moreno, el discurso que dictara en Washington D.C. en 1940, con el que denunció la dura vida y el mal trato del trabajador inmigrante, ante la Convención del Comité Americano para la Protección del Inmigrante (CAPI). A partir de esta acción política, directamente en el espacio público como inmigrante, va a iniciar su propia peregrinación. Esta acción realizada por la guatemalteca es uno de los acontecimientos de mayor envergadura realizado por las mujeres de la primera mitad del siglo XX, del que tengamos noticia. Su presencia en el espacio público-privado, fuera del país será tan visible que terminará por ser detectada por las autoridades de migración, dado que nunca había aplicado a la ciudadanía estadounidense.   De esa cuenta en 1948 a cambio de mal informar a otro líder de estos movimientos, el FBI le ofrece la ciudadanía, pero ella se niega y junto a su actual esposo, Gray Bemis , sale de Estados Unidos en 1950, para no regresar jamás.
De vuelta en Guatemala asume su identidad real, y participa por supuesto en las actividades del gobierno de Jacobo Arbenz. Una de sus actividades fue la de la campaña de alfabetización para las mujeres en las comunidades indígenas del altiplano. Y aunque no se haya estudiado bien este periodo, ella aparece como una de las escritoras de lo que se conoce como la primavera democrática.  Al caer el gobierno de Arbenz, sale para México en un nuevo proceso de exilio, donde trabajará como traductora, y seguidamente se va a vivir a Tijuana, trabajando para una galería de arte. Allí recibe en alguna ocasión a los activistas César Chávez y Dolores Huerta , buscando consejo por su experiencia política con los migrantes y las leyes. A mediados de 1980 intenta ingresar a Estados Unidos desde México, por problemas de salud, pero le es negada la entrada, por lo que regresa a Guatemala a vivir con los familiares que le quedaban y fallece en la ciudad en 1992.



[1] Las autoras estaban vinculadas a las redes latinoamericanas y mantenían abierta una columna de debate con otros compañeros de su generación, tratando de crear opinión pública, y en las mujeres en particular, sobre la necesidad de incorporarse a la sociedad con plenos derechos al trabajo, a la maternidad libre, al acceso a la cultura y al voto femenino. Para este tema ver, Marta Casaús Arzú, “La creación de nuevos espacios públicos en Centroamérica a principios del siglo XX: La influencia de redes teosóficas en la opinión pública centroamericana”. Revista Universum. No. 17, 2002, 297-332
[2] En el país se fundó el Círculo de Estudios Teosóficos en 1922. “Es interesante mencionar que el vicepresidente era Carlos Wyld Ospina y de vocales estaban las señoras de Quiroz y Vives. En otros artículos se refleja la alta participación de las mujeres en las sociedades teosóficas, la  que será permanente y muy extendida a lo largo de tres décadas, desde 1920 hasta 1950”. Ver Casaús, “Las redes teosóficas de mujeres en Guatemala: la Sociedad Gabriela Mistral, 1920-1940”. Revista Complutense de Historia de América, 2001, 27: 219-255.
[3] En 1938, como miembro de la Unión de Trabajadores Envasadores, Agrícolas, Empacadores y Afines de América, organizó a los desgranadores de nueces de San Antonio, Texas, en su reclamo por un mejor pago. Más adelante, trabajó con los laborantes de las plantaciones en el Valle del Río Grande, Texas. Posteriormente, en 1939, fue una de las fundadoras del primer Congreso de Pueblos de Habla Hispana en los Estados Unidos, organización que perseguía dar fin a la segregación en lugares públicos, en la educación, vivienda y trabajo. Efraín Figueroa. Diario de Centroamérica. Guatemala, 11 de septiembre de 2015. Revisado el 12 de septiembre de 2017. https://dca.gob.gt/revistaviernes/index.php/contando-el-tiempo/932-luisa-moreno-poetisa-y-lideresa-de-los-inmigrantes

(Fragmento del capítulo En el filo del cenote (Interioridades críticas de lo literario en Guatemala de Aida Toledo. Guatemala: Cara Parens, 2019)


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