domingo, 27 de septiembre de 2020

 

 

                                              (m. meyer, mex)

MÁS QUE UNA PEQUEÑA TRAMPA

de AIDA TOLEDO

Rachele Airoldi

 Viernes 16 Noviembre 2018/ Caravasar, zona 1, Ciudad de Guatemala 

Un fuerte miedo empapa los versos de la primera parte del poemario de Aida Toledo. “Miedo burócrata, miedo fregado / Miedo oseo / Miedo en planilla / Miedo burócrata / Miedo pendejo / Miedo que no para”.

Una sensación de instabilidad, fragilidad, vulnerabilidad constante que refleja la que se vive en la sociedad guatemalteca de hoy donde el miedo invade tanto nuestros días que ya fue incorporado como parte de nosotros, donde la muerte es elemento cotidiano que deja de escandalizar. Sensación que Aida Toledo resume en la imagen de la cuerda floja: estamos caminando sobre una “cuerda floja” y el vacío nos amenaza.

Este vacío que nos espera es la muerte que anda cerca de nosotros cada día y es una muerte “disfrazada” de consuetudinario y normalidad. Quizás de hecho, el miedo que se confiesa no es el miedo a la muerte en sí, sino a la muerte como costumbre, o sea a la costumbre de la muerte como amenaza normal, cotidiana.

 

De vos/de mi/de nosotros

En cada esquina

Ella nos espera

La muerte finge indigencia y saca la pistola

Cuando bajás/bajo/ bajamos el vidrio

Para darle una moneda

La muerte lleva cuchillo

Cuchillo lleva la muerte

Cuando en la 6° avenida

Y la 1° calle de la zona 9

Introduce la descarnada y huesuda mano

Y te/me/nos mete el cuchillo

Y vos/yo/nosotros creemos

Estar dentro de una horrible pesadilla

 

La muerte anda cerca

De vos/de mi/de nosotros

 

(La muerte anda cerca)

 

La poesía de Aida denuncia esta “horrible pesadilla” en la cual se vive en Guatemala.  

Pesadilla que se confunde siempre más con la realidad, que quiere volverse realidad. Este es el verdadero miedo: volvernos incapaz de distinguir pesadilla y realidad. “Es jodido el miedo” escribe la autora “miedo a no sentir más” (El miedo es fuerte). El miedo a aceptar la pesadilla como realidad. A volvernos impermeables frente a las lágrimas y al dolor. A volvernos, utilizando unas imágenes de Aida, “cosas quietas” como una “planta plástica/ que ni roba oxígeno”:

 

Como una cosa que se queda quieta

Alli

Exactamente donde la pusieron

A veces si

Estás detenida

En un espacio que te queda ajeno

Que parece de otros

Estás allí

Inmóvil como un adorno

Sobre su mesita

Con su mantelito

Bordado a mano

Parecés si un objeto

Un objeto soso que han posado

Hace algún tiempo

Y han olvidado que tiene historia

Lucis sì sì sì

Como planta plástica

Que ni roba oxigeno

Disimuladamente

Te olvidaron

En un lugar como éste

Hecho

Totalmente contra vos

 

(Sentada asì como asì)

 

Este es el verdadero miedo que se vive en la sociedad guatemalteca de hoy, devorada por la violencia, la corrupción y la injusticia: el miedo a que el absurdo se normalice. El miedo a volvernos de plástico, incapaces de reacción, aceptando impasibles un lugar hostil “hecho totalmente contra nosotros”.  El miedo a acostumbrarnos a lo inhumano y de consecuencia volvernos inhumanos, como una “estatua” blanca erguida en medio de una plaza.

 

Digo que lo de las estatuas

Da pavor

Da pavor verse

Tan blanca

Tan erguida

Tan sensual

Tan desnuda

En medio de una plaza

Da verdaderamente

Miedo

 

(Da miedo lo de las estatuas)

 

La voz de Aida Toledo se traduce en una poesía desesperada, angustiada que lucha para no dormirse, para no acostumbrarse a una realidad injusta, para quedar despierta, porque si se duerme, la pesadilla se vuelve realidad y esta no es la realidad que queremos. La poesía de Aida Toledo es una poesía que despierta y evita que uno muera lentamente “hervido”.

El síndrome que padece el guatemalteco de hecho es el de la “rana hervida”: un experimento científico demuestra que, si se pone una rana en una olla de agua tibia y se sube gradualmente la temperatura hasta ebullición, el animal muere lentamente sin darse cuenta, hervido.

Por eso la poesía de Aida tiene voluntad de despertar, se podría decir que “nos hace saltar fuera de la olla”. La poetisa se preocupa de averiguar si está despierta, quiere saber si está viva. En su poema “Para saber si estoy viva”, leemos: “Me jalo el pelo / Me pellizco / Me doy mordidas / Me guillotino.”

El poemario presenta una poesía que es eterno despertar a la vida, una poesía que lucha para despertar y hacernos sentir vivos, para salir de la pequeña trampa – que es más que una pequeña trampa – en la cual vivimos. En este sentido, la poesía de Aida Toledo, es una voz epifanica como la que despierta a los personajes del teatro de Pirandello que de repente se miran y se dan cuenta que son “personajes” actuando en la escena, que el mundo que los rodea es falso, ficticio, no es real. Es un momento desconcertante ya que equivale al colapso de todas certezas. Pirandello representa este momento en su obra “Il Fu Mattia Pascal”, con la imagen del “desgarro del cielo de papel” (lo strappo nel cielo di carta) imaginándose un títere, Oreste, que en el momento culminante de la tragedia en la cual está por matar a su madre, mira hacia al cielo y observa un desgarro en el papel tapiz que representaba el cielo pintado. El títere entra en crisis, desconcertado, paralizado ya que finalmente, a través del desgarro, ve la realidad como es y entiende que el mundo así como lo conocía es mentira, se da cuenta de la “trampa” de lo que vivía. Aida en su poesía “El Ángel Caido” parece explicar este mismo sentido de vértigo:

 

Le da vueltas más vueltas

Todo el salon le da vueltas

El cielo falso del salón

Le da mil vueltas

 

(El Angel Caido)

 

La poesía de Aida Toledo es el desgarro que revela al guatemalteco lo injusto e inaceptable que es una realidad que pensamos normal. Hay una fuerte voluntad de reivindicación de la vida en sí, ya que la que definimos y creemos ser vida por simple costumbre, en realidad no lo es, es todo “menos que vida”, como escribe la autora:

 

La vida más bien

Parece una perinola

Una caotica perinola

Aerea

Que vueltas da

Vertiginosamente

Parece un avion

Enloquecido

Dibujando poemas

En el aire

En un cielo enrarecido

Como en Chile

Parece libelula

Que ha perdido

La brujula

De todo parece

La muy pendeja

Menos vida

 

(Menos Vida)

 

La verdadera vida que se busca es una “vida que late” en la cual no existe un tiempo medido por las manecillas ya que el tiempo está marcado por el reloj que late, el reloj de nuestro corazón. Es una vida que tendemos a olvidar y para volverla a encontrar a veces es necesario “jugarla”:

 

Por eso

Juego mi vida

A la ruleta la meto

En el poker la apuesto

En el palenque

La rajo para que sangre

La juego la presto la apuesto

La coloco y la vendo

[…]

Luego me encuentro

Y atormentada

Me veo en el espejo

De la misma existencia

 

(Para saber si estoy viva)

 

El juego podría ser la solución para volvernos a encontrar, para cambiar perspectiva y abrazar una realidad verdadera y más digna.

¿Y entonces como despertar de este torpor de una vida que es todo “menos que vida”? ¿Como “desgarrar el cielo” de una pesadilla social que se quiere afirmar como real? Un chapuzón en un cenote congelado.

Para despertar de la pesadilla la autora nos propone lanzarnos al cenote.

 

Me veo

Me siento

Estoy cenotica

Y abrumada

Parada

En el filo

De un precipicio

Que me seduce

 

(Cenote II)

 

En este sentido, un salto en un cenote nos despierta, nos devuelve a la existencia. Recientemente fui a visitar el Cenote de Candelaria y pude vivir esta experiencia. Cuando el corazón empieza a latir más fuerte mientras miramos abajo en una mezcla de vértigo y atracción. Allí la adrenalina empieza a despertarnos por esta irracional necesidad de desafiarnos, de sentirnos cerca de un peligro para percibir nuestros cuerpos, para sentirnos vivos. “Me veo/ me siento/ estoy cenotica” afirma la autora mientras está “en el filo/ de un precipicio” que la “seduce”. Sube desde los pies hacia arriba, la adrenalina invade cada célula, las piernas empiezan a temblarnos, el pecho sigue rítmico la respiración que acelera, el corazón finalmente late fuerte, la cabeza despejada e infinitamente llena al mismo tiempo. Salto. No, no salto. Sí, salto. El vacío abajo, nos llama, nos llama por nombre. Y nos acordamos de nosotros. El cenote nos llama para devolvernos quienes somos.

 

Volar me preguntaste

Volar sì/ me dijiste

Sìsìsìsì

Respondí exaltada

Alucinada

Con ese vértigo

Que me da a veces

Yo quiero volar te dije

Y vos me sujetaste

Lanzandonos al vacío

De aquel cenote

 

(Cenote VII)

 

El cenote entonces devuelve a la vida. Un chapuzón que nos despierta de repente ya que “La caída / Es vertiginosa / Y / El agua verdosa/ Está fría” (Cenote XI). Este lugar sagrado que es puerta al inframundo maya, se vuelve para la poetisa en una vía para regresar al mundo real, para despertar de una pesadilla que no queremos se vuelva realidad. Ocurre entonces trascender la imagen poética y preguntarnos que es el cenote, que representa en realidad el cenote. Leemos:

 

El poema es un cenote

La poeta salta

El sacrificio

Está en vencer el miedo a desnudarse

En público

 

(Cenote XI)

 

El cenote es la poesía entonces. Esta es la respuesta de Aida Toledo. Se rescata una literatura capaz de participar al proyecto social, despertando, concientizando, denunciando para que lo absurdo no se normalice. Porque la literatura latinoamericana es necesariamente comprometida, social y políticamente, y hasta la poesía, que es por excelencia la voz literaria que puede aislarse ensimismándose en un mundo introspectivo, se siente llamada a tratar la realidad de afuera.

 

La poesía es la voz que despierta, como un chapuzón, evitando que nos durmamos aceptando como realidad definitiva una pesadilla social que no corresponde a nuestros deseos, que no corresponde a lo por cual el hombre está hecho – concepto indefinido que etiquetamos banalmente con la palabra “felicidad”.

 

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