domingo, 2 de julio de 2017

ABOLICIÓN DE LA PROPIEDAD DE JOSE AGUSTÍN: UNA DISCUSIÓN SOBRE LAS TENSIONES ENTRE REALIDAD E IRREALIDAD

La novela que ahora comentamos es publicada por José Agustín, el escritor mexicano, en 1969, un año después de los acontecimientos trágicos de Tlatelolco y cuando, literariamente, el Boom de la novela latinoamericana (Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes) tenía al menos 6 años de estar publicando sus grandes relatos experimentales o realista mágicos.
Esta novela de Agustín aparece en el panorama de la novela mexicana y/o latinoamericana para apoyar la hipótesis en cierto modo, que las tendencias de esta novela durante el periodo del Boom (1963-1972), tiene otras vertientes, sobre todo cuando vienen de los narradores, que serían etiquetados por el aparato crítico literario canónico, como narrativa del post-Boom, moviéndose gelatinosamente dentro de la estética del nuevo realismo.
La novela de Agustín es una narrativa corta, donde los estilos están muy mezclados, ya que los personajes se encuentran en varios niveles de realidad, donde Agustín alude oblicuamente a las distintas y variadas posibilidades de la nueva narrativa del continente.
La novela se arma con dos personajes que conversan dentro de una especie de escenario. De hecho el ambiente y la atmósfera de esta narrativa del mexicano, nos inclina a pensar en la estructura de una obra de teatro o de un guión de cine, lo cual tendría más sentido, dada la propensión del autor a narrar dentro de un registro muy cinematográfico. Los personajes aparecen en escena, pero no están seguros de ser ellos mismos, o de si sus acciones son producto de lo real, o de la escritura de alguien. La novela se mueve dentro de un mundo absurdo, ya que los personajes, un hombre y una mujer, se encuentran dentro de este escenario y discuten muy tangencialmente de política, cultura y vida. Cada uno de ellos está desposeído de veracidad, están diseñados de forma muy común y estereotipada en cuanto a ser una “muchacha y muchacho”, mexicanos de fines de la década de los sesenta. Sus nombres no tienen importancia, pero sí su actitud frente a la vida. Agustín discute aquí (antes que en Ciudades desiertas) el asunto del machismo mexicano. El hombre como personaje es mucho más inseguro y frágil que la muchacha. Tiene inclusive hasta síntomas que lo presentan como alguien no tan normal. Hay en Everio (que así se llama el muchacho) una inseguridad tanto social como cultural, y no puede controlar sus impulsos más primarios como el deseo de ir al baño constantemente. Norma, el personaje femenino, está politizado y constantemente ataca verbalmente a Everio, que se debate entre el nerviosismo y la inseguridad. Sin embargo hay instantes en que ella se encuentra desarmada socialmente y sometida a los deseos de Everio. Lo interesante para quien escribe esta nota, es que los personajes representan a una sociedad civil, totalmente contradictoria, machista (en los dos casos) y sumida en el absurdo de las discusiones que no llegan a ninguna parte. Los personajes actúan y responden a los diálogos creados por ese alguien que los mira u observa desde afuera, desde donde son dirigidos y acotados, como muñecos, marionetas o personajes de ficción.
La obra es muy sugestiva, porque dentro de las discusiones de Everio y Norma, Agustín discute las preocupaciones de la sociedad joven del México de los sesenta, donde las posibilidades de concretar los proyectos tanto políticos como económicos, se sucedían dentro de la obra, sumidos en un estadio irreal, donde no se tiene la certeza de estar viviendo, sino la incerteza de ser quienes son, o el  miedo de ser simplemente creaciones o construcciones humanas, diseñadas por los de afuera, los del poder, los que tienen la posibilidad de moldear a las sociedades como lo hace el mismo escritor con sus personajes novelescos.
La novela leída a fines del siglo xx le demuestra a quien se acerca a ella, que no todos creyeron en las utopías del “hombre nuevo”, que hubo una parte de la sociedad, representada en sus escritores más jóvenes, que cuestionaron y trajeron a la mesa de discusión, en forma de inconformismo y escepticismo, representaciones literarias que han quedado vivas, para ser revisadas en los años venideros.

Es sin duda José Agustín uno de los escritores latinoamericanos más críticos sobre el papel que jugaron las sociedades latinoamericanas, en los procesos democratizadores, pensados desde los centros de poder económico. También la obra nos retrae a la problemática actual de los mexicanos en el extranjero. Los personajes de la novela no tienen certezas, solo miedos. Son maleables y moldeables delante del lector, que los ve transformarse delante suyo, sin entender bien este tipo de actitudes, que son propias de sujetos sociales que están permeados y tocados por fuerzas que no pueden controlar.

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