EL HIJO DE CASA DE
DANTE LIANO: UN POCO DE SANGRE EN LA
PRE-MODERNA CIUDAD DE GUATEMALA DE MEDIADOS DE SIGLO XX
EL hijo de casa(2004) es la última novela publicada por
Dante Liano en Barcelona, España, por Roca Editorial del Libro, S.L. El libro
ha circulado por distintos países y es muy apreciada, no solo por la calidad de
su narrativa, sino también porque está en algunas de sus mejores partes, dentro
del género de la novela policíaca latinoamericana.
La historia en sí parte de un hecho real, como lo fuera el crimen del
Torreón, acaecido en la Guatemala de la primera mitad del siglo, más
exactamente en 1952. Sin embargo uno de los rasgos más impactantes de la novela
no está en el hecho del crimen en sí, ni en la investigación que hacen los
personajes detectivescos, sino en la forma en que la novela va tejiendo las
implicaciones del crimen, a nivel social, político y moral. De hecho desde el
título, “el hijo de casa”, es una frase que suele usarse aún hoy, para
identificar a los niños que son recogidos por caridad de la calle, llevados a
los senos de las familias de clase media, pero nunca reconocidos ni tratados,
como hijos legítimos. En el fondo la historia se arma muy amarrada a esta frase
peyorativa, y que designaba, sobre todo en la época en que se ubica el crimen,
a esos “hijos” que sufrían una serie de humillaciones sociales, provocadas por
su calidad de hijos de casa, como si este estatuto tuviera relación con la antigua esclavitud. Son innumerables
los malos tratos que se solían y se suelen hacer en este tipo de relación
familiar, a los hijos de casa. Regularmente el hijo/a de casa se encuentra en
una posición de desigualdad tremenda, en relación con los miembros
consanguíneos de las familias. Nos parece que Liano está testimoniando
narrativamente los alcances de este tratamiento, dentro de un país donde la
paternidad irresponsable es grande, y donde los hijos “bastardos” suelen quedar
desamparados, y expuestos a ser reclutados como “hijos de casa”.
Lo más llamativo de la novela a nivel de personajes es precisamente
Manuel, el hijo de casa, recogido y llevado a la casa de la familia que es
víctima de la matanza del Torreón. La psicología de este personaje va más allá
de la maldad. En la novela se reflexiona de manera oblicua, sobre las causas
que provocan el odio de Manuel, hacia el padre y hacia toda la familia. Liano
pone en el tapete de discusión el tema del abuso de los niños, tanto física,
moral como sexualmente. El odio de Manuel se acrecienta día a día, ya que
tratado como sirviente, debe atender el desayuno y comidas en general de toda
la familia, pero sobre todo duerme en condiciones poco civilizadas, dentro de
la bañera, donde coloca un colchón y una almohada, debiendo soportar los malos
olores y asuntos relativos al uso del baño, por la familia entera. Los alcances
de este odio llegan a los extremos de la falta de lógica de parte de Manuel, ya
que va acumulando una rabia enorme contra todos, pero especialmente contra el
padre, de quien recibe, de acuerdo a uno de los últimos capítulos de la novela,
un discurso moralista, muy utilizado por las capas medias guatemaltecas,
respecto al abuso cometido contra la servidumbre, y en este caso, sobre los
famosos “hijos de casa”, que pasan a ser parientes para no tener que pagarles
un sueldo, pero de todas maneras son tratados como tales, y abusados en
extremo. El discurso del padre es como un epílogo que le explica al lector, la
manera en que Manuel era abusado sicológicamente por el padre. Teniendo que oír
diariamente, recién levantado, mal dormido, etc. que le debía un enorme
agradecimiento a la familia, por haberlo salvado del horror de la vida en la
calle.
Otro aspecto muy interesante en esta narrativa del guatemalteco, es
cómo se describe la tragedia de la muerte de la familia. Es indudable para
quien haya leído Hombres de maíz, que
es posible establecer relaciones intertextuales entre la matanza de la familia
de Manuel y la matanza de los Zacatón en el libro de Asturias. Y es que en los
dos casos, la matanza la efectúan victimarios que usan machetes, y se describe
en las dos novelas con mucho detalle, la forma en que son cortados los cuerpos
humanos en partes. En realidad sería posible en una lectura de las dos obras,
pensar un poco en los cuerpos fragmentados y sus implicaciones en el desarrollo
de una nación como Guatemala. En los dos casos vemos que quienes cometen el
asesinato son personajes indígenas o de fuerte ascendencia indígena, y el
lector puede hacer fácilmente una relación entre los sacrificios humanos de las
culturas de origen, y esta disponibilidad de los personajes para cortar en
pedazos a los otros, sin tener cargos de conciencia. En general los victimarios
o asesinos de la familia del Torreón son seres amorales, totalmente destruidos
por la pobreza y la ignorancia. Estos personajes están muy trabajados en su
psicología, tanto que el lector puede percibir las contradicciones que aparecen
en su conducta y sacar algunas conclusiones acerca de su proceder.
A nivel de trama detectivesca o novela negra, Liano vuelve a hacer un
tratamiento paródico, menos evidente que en El
hombre de Montserrat (1998 ), porque el desarrollo de la investigación que
hacen los detectives ayudados por el doctor forense, se maneja con ciertas
dosis de incredulidad. Las maneras en que sacan conclusiones sobre la
culpabilidad de Manuel o de la hija de la familia, una niña de 15 años, que de
acuerdo al examen del doctor, era abusada sexualmente por el padre, dota a la
historia de cierto humor negro. El doctor como personaje parece salido de otro
contexto. En general los personajes son seres en procesos fuertes de
degradación. Las cavilaciones de Manuel sobre el crimen y su participación en
él, le esclarecen al lector partes de la historia, que empieza a ser menos
clara para quien lee la novela.
Los victimarios de la familia al final son castigados por el crimen, y
durante el proceso se descubre que además de asesinos eran homosexuales
practicantes, lo que ayuda a pensar en las tonalidades naturalistas que la
novela maneja.
En general la novela usa un tono despiadado con los personajes,
ninguno de ellos se salva de la degradación, el doctor está viviendo en
Guatemala, como dentro de una pesadilla, luego de estudiar en Francia y se
mantiene regularmente deprimido ante el hecho. Sin embargo logra sacar conclusiones
acerca del crimen, que ayudan a la policía a aclararlo.
La visión que tenemos de la ciudad, las casas, los espacios que los
personajes recorren, carecen de color. Es solo en el momento de la matanza que
el exceso de sangre y las descripciones de los cortes y las texturas de la piel
cortada y desgarrada por los machetes, hacen al lector replegarse a escenas
ciertamente fílmicas, provenientes del exceso de programas de la televisión,
principalmente norteamericana.
El tratamiento de la sexualidad en los personajes nos deja un sabor
amargo. Es evidente que a través de las reflexiones sobre la sexualidad de los
personajes, Liano se adentra en la psicología de una sociedad y una cultura muy
diversa y en cierta forma desconocida para el lector no nacional. Se reflexiona
en la novela acerca de los límites de la locura y el debastamiento, provocados
aún por una incapacidad de análisis de los derechos de los otros, en medio de
una sociedad mestiza, donde en algunas acciones es posible aún, hacer conexiones
con la violencia del origen.
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