El
regreso de rebeldes recorridos y una vuelta más: La saga de N de Enrique Noriega
(Guatemala:
Ediciones del Cadejo, 2006, 80 páginas contando contratapa)
Guillermina Walas. Universidad de Eastern Washington
Conocido en el ámbito poético de Guatemala y del mundo
por su irreverente humor y su sagacidad poética, Enrique (Kike) Noriega
confirma una vez más su posición de vanguardia con este volumen, La saga de N. Marinero en tierra. Naufragios
del yo, donde enmascarándose bajo su traje de “N”, el yo poético retoma el
camino de la parodia de los grandes consagrados (Quevedo, Antonio Machado, la
evidente referencia a Rafael Alberti, entre muchos otros que trascienden las
fronteras del español) y se ríe de sí mismo tanto como de aquellos que pasaron
con gloria a la historia. Pero sobre todo se trata de una risa auto
referencial, una auto-ironía hacia lo
que se es, se fue o se podría haber sido. En segundo lugar, la presencia de lo
conversacional y la incorporación de referencias a la cultura popular, lo
acercan además a la línea de los chilenos Nicanor Parra y Enrique Lihn. Más
allá de las influencias y paródicos préstamos, esta saga del itinerante N es,
sin lugar a dudas, muy original.
En principio el libro se ordena (o desordena,
siguiendo el juego del poeta) en un formato clínico, en una biografía de
enfermo que tras pasar por una “antesala” y tres “quirófanos” de memorias, es
incinerado, exhumado y finalmente ofrece un pasaje por un “osario” (el índice
poético), un exordio o colofón y, en la contratapa, un poema de juego
autobiográfico que revela a N como “Kike gavilán/mapache/cadejo”. Se confirma
así que, por sobre todo, el recorrido es una revisión burlonamente existencial.
Ya en la “Antesala” el yo lírico, marcadamente
masculino en su perspectiva, se pregunta si habrá sido un ganador o un
perdedor. Sin decisiva respuesta, decide entonces pasar al terreno de la
memoria, pero no desde un formal escritorio de literato consagrado, ni desde el
espacio bohemio del café, ni tan siquiera desde el sillón psicoanalítico: su
espacio son tres quirófanos en donde cabe al lector observar porqué, cómo y qué
es lo que atraviesa el quizás doloroso – ¿o más bien doloso? – proceder
quirúrgico. Estos flashes o destellos de la memoria – que es en definitiva la
que atraviesa la inescrupulosa cirugía,
expuesta a todo el que quiera leer bien –, revisten el carácter de
interpretaciones de la norma social, de lo pautado y aún de lo que sociedad e
historia han vuelto estereotipo, para preguntar si acaso la memoria no será puro
sueño o, a la manera de Calderón, si no será la misma vida sólo un sueño
absurdo: amar es un sueño erótico, atravesar la aduana una pesadilla, entre
otras tantas de lo cotidiano, soñamos para creer, y así va la memoria.
De esta manera, el yo poético de los “quirófanos”
puede ser que esté dormido en un estado de anestesia, y así recuerde en sueños
y confunda a ambos (sueño y memoria), o puede ser también que plantee que eso
es precisamente el existir en nuestra locura contemporánea, donde subsistimos
anestesiando angustias con adicciones de todo tipo (aún la rutina puede ser un
anestésico adictivo). Surrealismo que se
continúa en la corta “Incineración addenda” y en un completo “Bono Exhumación”
de once poemas (con epitafio y todo), el credo de N en su deambular sonámbulo revela,
paradójicamente, una tan lúcida visión de la realidad que hasta nos encandila.
Sin duda, como se enuncia al final del objeto textual, en su contratapa, he
aquí, para nosotros lectores (o “polillas de la lectura”), un buen “bocadito”.
Finalmente, de esta saga en verso libre y con juego
caligráfico se desprende también una moraleja: toda gloria se hace generalmente
de días de desasosiego, de fisuras y marginalidades que encarar, de noches mal
dormidas y de una rutina que suele no tener nada de glamour y así y todo vale la pena atreverse a sobrellevar,
transgrediendo cuándo y cómo se pueda para vivir a pleno el acto de escribir y,
más importante, de existir creativamente.
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