miércoles, 15 de noviembre de 2023


DISCUSIONES IDENTITARIAS EN EL SIGLO XIX

Josefa García Granados es una autora todavía hoy considerada fuera de serie. Nació a fines del siglo XVIII y llegó a Guatemala, procedente de Cádiz, España, acompañando a sus padres, que traían consigo 11 hijos e hijas. Ella era la mayor, y a la muerte de la madre le tocó encargase de sus hermanos menores de distinta forma. Si ellos eran 11, al menos le tocó ser la madre de los últimos cuatro hermanos, todos nacidos en suelo guatemalteco. 

Se le recuerda ahora desde este espacio marginal porque quién escribe, vuelve a la obra de la Pepita, cada vez que en medio de las revueltas feministas, se menciona a las antecesoras o a las ancestras como se suele decir ahora.

La Pepita era mujer inusual. De fuerte origen español, procedente de Cádiz, llegó a Guatemala siendo ya adolescente. Sus biógrafos nos la han pintado como una mujer que no tenía pelos en la lengua. Decía lo que pensaba y tenía prácticas sociales más bien alineadas con los varones, que con lo que se suponía, hacían las mujeres de su época.

No sé si en algún momento, pero en varias ocasiones he leído que se casó con un hombre nicaragüense de apellido Saborío. Que le da el apellido a sus hijos e hijas. Y es de quién desciende la conocida niña de Guatemala del poema de José Martí, que además era hija de Miguel García Granados, uno de los hermanos menores de la Pepita, y de quién ella resulta ser la abuela, porque Miguel García Granados, alias Chafandín, se casa con su sobrina Cristina Saborío García-Granados, la séptima hija de la Pepita, y una de las hijas de ese matrimonio es María Josefa García Granados Saborío, la niña tema del poema de Martí.

José Ramón Saborío Durán era nacido en Nicaragua, y se casa con Pepita en el año 1818. El matrimonio procrea varios hijos, entre ellos Cristina la séptima hija, que luego contrae matrimonio de primero con su tío y luego con uno de sus primos hermanos Julio García-Granados López Portillo, luego de la muerte de su tío y esposo Miguel, que fallece cercano a la muerte de María Josefa García Granados S., la niña del poema de Martí.

Todo este entramado para señalar que la vida de la Pepita era intrincada a nivel familiar. Y que aunque fue una costumbre de las familias coloniales, aún las que como en el caso de ellos, se trataba de nuevos criollos, dedicados a comerciantes, privaba en medio de sus prácticas la conservación de la pureza de la sangre, las relaciones económicas en medio de redes de consanguinidad y otros elementos que no se explican en este escrito.

He leído comentarios acerca de la brevedad de su obra. Y sí es cierto. Pero en la brevedad de su obra se perciben y se han descubierto vetas muy importantes y distintas a las de otras escritoras del mismo momento, incluso de algunas que como Sor Juana de Maldonado, tenían de origen ser de los viejos criollos, cuya identidad peninsular, era mucho más recalcitrante que la de los nuevos criollos, que no tenían orígenes de alta alcurnia, sino eran simples comerciantes, por cierto que los de los García Granados, cuya vida en Guatemala inicia a principios del siglo XIX, exactamente en 1811.

Ahora sabemos más de la vida de los García Granados durante el despojo de las fortunas que se produce sobre las familias más acaudaladas, después de la independencia. Leyendo esta parte de la historia, se entiende más por qué la Pepita se encarnizó contra los liberales. Tanto la familia García Granados como la de Pepe Batres por ejemplo, cambiaron sus vidas después de ser despojados de todo lo que poseían. No solo perdieron su prestigio como comerciantes los primeros y como viejos criollos, los segundos. Se vieron exiliados por ejemplo. Los hermanos varones, mayores que Miguel García Granados tuvieron que salir fuera de Guatemala a intentar rehacer sus fortunas a México. Nunca lo lograron del todo. Pasaron penas económicas, sobreviviendo en distintos lugares, intentando hacer fortuna en medio de las guerras y los acosos políticos de los liberales. Por otro lado la vida en Centroamérica había cambiado en 360 grados. La familia Batres se vio en medio de la miseria, pues el padre de Batres Montúfar trabajaba para el reino, y perdió cualquier prevenda al cambiar la forma de gobierno. En Pepe Batres, íntimo de José Arzú, el propio Batres cuenta las visicitudes y las tragedias que vivieron su hermano y él en Nicaragua; y sus padres y hermanas en Guatemala, al verse avasallados, despojados de todo lo que poseían por los liberales y por algunos ladrones que les robaron lo que habían ido enterrando en el patio trasero de la casa. Se fueron a refugiar a una casa que todavía les quedaba en Antigua, y allí vivieron por siete años. En tanto el hermano menor de Batres murió en el exilio y él mismo regresó a Guatemala bastante enfermo y deteriorado.

La Pepita no narra en sus cartas las situaciones que vivieron a nivel económico. Pero la forma en que ella se dedica a escribir y a criticar a sus opositores puede ayudar a comprender el nivel de resentimiento ante el cambio de modo de vida que vivieron los García Granados en este periodo. Pensamos que las reacciones nerviosas que sufrió estando en Chiapas, y que son contadas por su hermano en sus Memorias, son producto de esta impotencia. Además de darse cuenta, estar consciente que le había tocado vivir en un periodo en que ser mujer no era cosa fácil. Desde siempre tenía actitudes liberadas para una mujer del siglo XIX. La experiencia de la lectura y la escritura le empoderaban mucho más para analizar la situación política, cultural y social en medio de la cual se encontraba. Por otro lado su experiencia de vida personal y familiar, le posibilitaba una conducta poco convencional. Actuaba como una mujer casada del día de hoy, no como una mujer casada del siglo XIX. Su conducta era la de una joven de inicios del siglo XXI, y no la de una del siglo XIX. Lo del espacio privado y doméstico, no era para ella. Se acostumbró a vivir de forma anárquica y muy personal. Nadie la ayudaba para pensar, desarrolló esa posibilidad en medio de la situación en que creció como adolescente. Huérfana de madre, con un padre de carácter suave, y una enorme flota de hermanos para ver por ellos, la Pepita actuó de manera distinta a una mujer casada del siglo XIX. 

Nosotras desde el siglo XXI no leemos su conducta como alguien varonil ni masculinizada. Observamos a una mujer educada, que pensaba por sí misma. Que se había responsabilizado de sus hermanos y hermanas como su intuición le indicó en aquel siglo XIX políticamente cambiante y duro. Que había tenido que madurar a través de su propia experiencia personal. Que estaba en medio del caos, cuando la fortuna que habían amasado sus padres y hermanos, les era quitada. Cuando habían perdido todo lo que les permitía vivir de una forma holgada. No estamos hablando de si era justo o no, que los despojaran de su fortuna, estamos tratando de entender las reacciones y los escritos de una mujer intelectual y liberada, que aun estando casada era dueña de sí misma, lo cual algunos han leído como algo negativo.

No dudamos que Ramón Saborío Durán se casó con una mujer del siglo XIX inusual y excéntrica. Al revisar la biografía del marido de Pepita, pensamos que ella lo escogió a él, que no se lo impusieron, porque era difícil imponerle algo a la Pepita. No se conoce mucho de la biografía de Saborío, sino que era nicaragüense y que era de Villa de Nicaragua. Que tuvo las agallas, cuando la Pepita fue acusada por el gobierno de Gálvez de andar hablando mal de ellos y hacerla encerrar, de ir a reclamar la sola idea que la apresaran. De esa manera acabó encarcelado él. Luego casi no se habla del nicaragüense, sino en las cartas, cuando la propia Pepita pregunta por él a Batres en las cartas. Sabemos que está ausente durante la guerra de liberales y conservadores, y posteriormente sale al exilio con otros varones de las familias. No se explica mucho qué le había acontecido, cuál había sido su historia posteriormente a todo este caos. Lo que sí se sabe es que la Pepita tuvo sus hijos e hijas solo con él. Y que hacia 1839 él vivía fuera de Guatemala, en el mismo lugar donde Batres Montúfar se encontraba trabajando por cuestiones de necesidad de su propia familia. También nos enteramos por las cartas cruzadas entre Pepe y la Pepita que no estaba bien de salud. Sabemos que la Pepita le pregunta a Batres por él, por su alimentación, le pide le avise si su marido está comiendo bien, porque si no, ella le puede enviar provisiones. Esto confirma que la Pepita seguía pendiente de él.

La verdad es que la obra breve de la Pepita deja observar una serie de elementos emancipadores, que posiblemente tengan relación con el periodo de la vida en suelo guatemalteco. También parece estar unida a la discusión sobre las identidades criollas y mestizas. Cuatro de sus hermanos eran criollos nacidos en el suelo centroamericano y a ella le había tocado educarlos o al menos hacerse cargo de ellos. Así supo bien lo que significaba ser peninsulares y ser criollos. Supo además que una mujer como ella, excéntrica, independiente, valiente, no era común, y claro las enfermedades nerviosas la aquejaron, y al final lograron minarla y acabar con ella.

Muere como sabemos en 1848. Y deja de escribir en el último periodo de su vida, después de que Batres Montúfar fallece en 1844.







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