sábado, 24 de agosto de 2019

SOBRE UNA INTUICIÓN CUASI ACADÉMICA: RODAS, NORIEGA, NÁJERA Y RIVERA

(Maríadela Díaz, imagen)
En 1992 escribí un primer texto que hablaba sobre algunos de los poetas guatemaltecos, que iban desarrollando una obra desde las décadas del 70 y 80. Fue la primera vez que fui a un congreso a presentar una ponencia, y sucedió en Chiapas, en Tapachula. Por primera vez en mi vida, me sentaba en una mesa a leer un trabajo creado por mí, en un esfuerzo analítico. Por esa época yo era profesora auxiliar del departamento de letras de la USAC, en Humanidades. Ya me había graduado de licenciada en letras con una tesis sobre Ricardo Estrada, o sea sí había yo escrito un trabajo largo sobre análisis literario. 12 cuentos de Estrada en sus dos libros de cuentos para adultos. Yo no estaba invitada. Suplí a una amiga que me ha demostrado su amistad en diversas y variadas formas a lo largo de todo este tiempo. Esa fue una de ellas, decirle al agregado cultural de México, que yo iría en lugar de ella. El agregado por supuesto aceptó y de esa forma inicié una carrera académica, con la cual no había soñado. Yo en el fondo era una escritora incipiente. Venía escribiendo textos narrativos desde la década del 70, luego en el 80 desarrollé hacia la poesía, sin nunca publicar nada. No era el tiempo digamos así. Finalmente ese año me fui a Tapachula. Y como una premonición allí en ese lugar conocí a Elva Macías, la poeta chiapaneca, a quién he seguido tratando, y a quien admiro poéticamente hablando. Total que ese año Ana María Rodas era una de las poetas sobre la que yo hablaba, en ese ya olvidado año de 1992. La había conocido personalmente hasta en 1989, y en 1990 ella había leído mi primer libro en borrador y había decidido hacerle la presentación, que toda esa colección llevó antes de la selección de poemas. Una pequeña presentación de algún poeta, que estuviera colaborando con el proyecto. Ese proyecto se llamó Poesía guatemalteca siglo XX. Incluía 11 poetas. Y cada librito llevaba una intro al inicio. La de mi primer libro fue escrita por Rodas. Luego en 1992, habiendo leído más a fondo a Ana María, al menos tres de sus libros, me di cuenta que estaba ante el fenómeno que hoy está comprobado es Ana María como poeta. Y por supuesto fue la primera vez que yo me atreví a abordar la poesía de varios poetas, que era poco comentada en ese entonces. Por alguna razón que una no se sabe, y a la que María Zambrano le llama, intuición especial, con la cual una está dotada para la creación, escribí ese primer trabajo sobre los poetas a los que nadie se atrevía a comentar, porque contaban con textos bastante escatológicos para la época, porque se caracterizaban por utilizar nuevos registros poéticos, y porque abordaban temas escabrosos. Así entré al mundo de la academia, enfrentándola con temas tabú. De hecho en mi tesis de grado sobre Estrada, yo me había atrevido a comentar muy tibiamente que notaba un tratamiento homoerótico en algunos cuentos de Estrada, por lo que casi soy sancionada y tratada como loca, en ese tiempo. De hecho una de las personas de mi comité de tesis me dijo que se saldría si yo continuaba incluyendo esos comentarios. En realidad lo que en aquel entonces considerábamos crítica literaria, también estaba en caos, se estaban dando cambios, pero no lográbamos asimilarlos todavía. Yo lo hice esa misma década, cuando salí para ir a estudiar una maestría, donde definitivamente me di cuenta que las cosas ya habían cambiado, y que nosotros en Guatemala, continuábamos aplicando criterios muy esencialistas. Era 1992 cuando yo presentaba mi escrito tratando allí por primera vez, los poemas de Ana María Rodas, Francisco Nájera, Luis Eduardo Rivera y Enrique Noriega. No creo haberme equivocado en aquel entonces. Cada uno de ellos desarrolló una obra que no tiene prácticamente error. Cada uno hizo un corpus de obras que hoy los colocan en un espacio del canon nacional, nos gusten o no sus poemas. Poco leídos, sus nombres suenan por distintos lugares del mundo. Van publicando tanto en Guatemala como en el extranjero, asisten a encuentros de poesía internacional, y son representantes de una poesía que se coloca con ellos en el mismo renglón de excelencia que otros poetas latinoamericanos como Raúl Zurita, Marco Antonio Campos o Alejandra Pizarnik. Lo interesante de mi trabajo en ese momento, que ahora estoy recordando, por haber sido fundacional, sobre la poesía de estos autores, es que yo tenía razón. Y que de todos quizás sea Ana María, que con menos libros haya logrado el impacto poético y estético que alcanzó su poesía. Claro tanto Nájera, Noriega y Rivera, tienen lo suyo, y con sus libros entramos al canon latinoamericano, a la par de grandes y reconocidos poetas del mundo. Tanto Noriega como Rodas, recibieron ya el Premio Nacional de Literatura, y no dudo que se lo querrán dar también a Nájera y Rivera. Porque sin duda se trata de autores y autora, que han alcanzado un lugar en el corpus de la poesía centroamericana, ya no digamos latinoamericana, y son comunmente mencionados en otras latitudes del mundo, donde la gente lee más, y no le tiene rechazo a su propia poesía. En fin.

martes, 20 de agosto de 2019


El regreso de rebeldes recorridos y una vuelta más: La saga de N de Enrique Noriega
(Guatemala: Ediciones del Cadejo, 2006, 80 páginas contando contratapa)

Guillermina Walas. Universidad de Eastern Washington
                                                                                               
Conocido en el ámbito poético de Guatemala y del mundo por su irreverente humor y su sagacidad poética, Enrique (Kike) Noriega confirma una vez más su posición de vanguardia con este volumen, La saga de N. Marinero en tierra. Naufragios del yo, donde enmascarándose bajo su traje de “N”, el yo poético retoma el camino de la parodia de los grandes consagrados (Quevedo, Antonio Machado, la evidente referencia a Rafael Alberti, entre muchos otros que trascienden las fronteras del español) y se ríe de sí mismo tanto como de aquellos que pasaron con gloria a la historia. Pero sobre todo se trata de una risa auto referencial, una auto-ironía  hacia lo que se es, se fue o se podría haber sido. En segundo lugar, la presencia de lo conversacional y la incorporación de referencias a la cultura popular, lo acercan además a la línea de los chilenos Nicanor Parra y Enrique Lihn. Más allá de las influencias y paródicos préstamos, esta saga del itinerante N es, sin lugar a dudas, muy original.
En principio el libro se ordena (o desordena, siguiendo el juego del poeta) en un formato clínico, en una biografía de enfermo que tras pasar por una “antesala” y tres “quirófanos” de memorias, es incinerado, exhumado y finalmente ofrece un pasaje por un “osario” (el índice poético), un exordio o colofón y, en la contratapa, un poema de juego autobiográfico que revela a N como “Kike gavilán/mapache/cadejo”. Se confirma así que, por sobre todo, el recorrido es una revisión burlonamente existencial.
Ya en la “Antesala” el yo lírico, marcadamente masculino en su perspectiva, se pregunta si habrá sido un ganador o un perdedor. Sin decisiva respuesta, decide entonces pasar al terreno de la memoria, pero no desde un formal escritorio de literato consagrado, ni desde el espacio bohemio del café, ni tan siquiera desde el sillón psicoanalítico: su espacio son tres quirófanos en donde cabe al lector observar porqué, cómo y qué es lo que atraviesa el quizás doloroso – ¿o más bien doloso? – proceder quirúrgico. Estos flashes o destellos de la memoria – que es en definitiva la que atraviesa la inescrupulosa cirugía,  expuesta a todo el que quiera leer bien –, revisten el carácter de interpretaciones de la norma social, de lo pautado y aún de lo que sociedad e historia han vuelto estereotipo, para preguntar si acaso la memoria no será puro sueño o, a la manera de Calderón, si no será la misma vida sólo un sueño absurdo: amar es un sueño erótico, atravesar la aduana una pesadilla, entre otras tantas de lo cotidiano, soñamos para creer, y así va la memoria.
De esta manera, el yo poético de los “quirófanos” puede ser que esté dormido en un estado de anestesia, y así recuerde en sueños y confunda a ambos (sueño y memoria), o puede ser también que plantee que eso es precisamente el existir en nuestra locura contemporánea, donde subsistimos anestesiando angustias con adicciones de todo tipo (aún la rutina puede ser un anestésico adictivo).  Surrealismo que se continúa en la corta “Incineración addenda” y en un completo “Bono Exhumación” de once poemas (con epitafio y todo), el credo de  N en su deambular sonámbulo revela, paradójicamente, una tan lúcida visión de la realidad que hasta nos encandila. Sin duda, como se enuncia al final del objeto textual, en su contratapa, he aquí, para nosotros lectores (o “polillas de la lectura”), un buen “bocadito”.
Finalmente, de esta saga en verso libre y con juego caligráfico se desprende también una moraleja: toda gloria se hace generalmente de días de desasosiego, de fisuras y marginalidades que encarar, de noches mal dormidas y de una rutina que suele no tener nada de glamour y así y todo vale la pena atreverse a sobrellevar, transgrediendo cuándo y cómo se pueda para vivir a pleno el acto de escribir y, más importante, de existir creativamente.

viernes, 9 de agosto de 2019





REPIQUE DE CAMPANAS
Hace unos dos años, un colega de la Universidad Landívar, me pidió un libro de cuentos para que fuera traducido al kaqchikel, uno de los idiomas mayas con mayor cantidad de hablantes en Guatemala. Como ladinos-as hemos convivido con personas kaqchikeles casi a diario. Hemos asumido voces y vocablos que proceden de este idioma. Sobre todo los que nacimos y crecimos en la ciudad de Guatemala como yo. Está nuestro idioma tan lleno de marcas del kaqchikel, que a veces no las podemos identificar o diferenciar. Pero sobre todo, de maneras diversas, el idioma maya ha entrado en nuestra cultura ladina, transformándonos, convirtiéndonos en hablantes del español, con fuerte influencia de un idioma en el que muchas personas han hablado y compartido experiencias, en algunos casos en espacios muy íntimos, otras veces en los lugares donde se producía el comercio, como en los mercados o en las calles.
Actualmente el kaqchikel se habla y se escribe, se enseña y se aprende en el idioma materno, sin que tengan que pasar los hablantes, por la fuerte censura de un nacionalismo, cuya ideología, los mantuvo silenciados en su propia lengua materna, principalmente en los espacios públicos, aunque no en los domésticos.
El peso del colonialismo epidémico mantuvo estos idiomas silenciados en los espacios educativos, enseñando en un segundo idioma, sin que los profesores tuvieran experiencia en el idioma maya, de la comunidad en donde se encontraba la escuela o el establecimiento. Ni siquiera habían sido sensibilizados en la cultura otra, se trataba de una enseñanza mandatoria en un idioma que había sido impuesto, para que las comunidades mayas fueran asimiladas a lo nacional, entendido dentro de los parámetros de la homogenización de la cultura y el idioma español.
Muy a pesar de todas estas imposiciones, el idioma español que se iba enseñando, se iba alejando cada vez más del modelo que pensaba el español proveniente de su raíz española. La convivencia entre las culturas, tanto maya como ladina, iba matizando aquel español que se hablaba y con el cual se realizaban operaciones cotidianas. Y aunque las comunidades kaqchikeles cercanas a la ciudad, tenían que aprender a escribir en español, de maneras distintas y variadas, a veces hasta excéntricas, los vocablos kaqchikeles aclimatados al español, iban apareciendo para ser incorporados a la vida diaria de los ladinos, sobre todo cuando las escuelas dejaron de tener una ideología segregacionista, y empezaron a mezclarse en espacios más académicos con los hablantes del idioma maya.
Por eso hoy un libro como Ri nik' ulwachitäj chi ruwach'ulew/El mundo es todo lo que acaece (Universidad de Aguascalientes, 2018) aparece como un libro que contiene los dos idiomas que me han marcado como escritora a lo largo de una carrera no tan larga, que se inicia en la década del 80 y se consolida en el siglo XXI. De una manera provoco mi propio proceso de descolonización, sintiendo un profundo orgullo de ser leída por las comunidades kaqchikeles.
Estoy muy agradecida con Juan Blanco, quién fuera el director del ILI al momento de hacerse la traducción y todo el proceso de edición, realizado por la Editorial de la Universidad de Aguascalientes, universidad donde hice una estancia postdoctoral en el año 2014. Además allí mismo había publicado en co-edición con la Dra. Consuelo Meza Márquez un libro sobre poetas mayas contemporáneas en el año 2015. Y entiendo que la traducción realizada por la maestra intercultural Celia Ajú Patal, fue un esfuerzo por consolidar redes de mujeres tanto mayas como ladinas, en una acción de entendimiento y comprensión de las dos culturas.
Le quedo sumamente agradecida a Martha Esparza que sometió el libro a los dictaminadores ciegos que trabajan para la U. de Aguascalientes en los procesos de validación de los libros que publica la Editorial de la Universidad de Aguascalientes. 
Me doy cuenta que esto de los libros y su historia tiene que ser comentado y escrito, publicado en algunos lugares para dar cuenta de los procesos por los cuales atraviesa la escritura y en este caso, la traducción, de mujeres guatemaltecas, en los esfuerzos de las redes centroamericanas de críticos y críticas, por expandir el conocimiento sobre la historia de la literatura de mujeres de América Central. Creo firmemente que en esto de la publicación de Ri nik' ulwachitäj chi ruwach'ulew , tuvo que ver, la posición de los astros, en distintos momentos del proceso del libro. No tengo palabras suficientes con las cuales agradecer a Juan Blanco su solidaridad con la escritura y traducción de obras de escritoras guatemaltecas, que en este caso representamos, tanto Celia Ajú como yo. Sabemos que Juan Blanco está totalmente sensibilizado con los temas mayas, y que este tipo de proyectos, se logran cuando en puestos con algún poder, se encuentran algunos hombres (que casi siempre están en esas posiciones) que creen en los proyectos mayas y también en los proyectos entre mujeres. Así que este libro viene acompañado de varios padrinos y madrinas, y espero que circule de la mejor manera posible, sobre todo en espacios de educación intercultural. (como decía Regina Schroeder, una amiga mexicana difícil de olvidar al paso de los años, cuando se publican  libros de mujeres, en algún lugar suenan campanas!)

jueves, 1 de agosto de 2019


LARGO SEMÁFORO DE IDENTIDADES
Me vine a Xela para poner distancia entre mis yos. Me vine a Xela para saber si a vos, te extraño menos o más, que cuando estoy allá en la ciudad llena de perros callejeros. Me vine a Xela para no sentirme presa. Para salir de la cárcel de la cotidianidad. Me tomé un bus. Venía vacío. Allá en Cuatro Caminos se subió la policía militar, para ver si había centroamericanos viajando en el bus. En realidad sí, todos estábamos allí con nuestra centroamericanidad llevada a cuestas, lo queramos o no. Me vine a Xela, buscando mi famoso ombligo extraviado. Mi papá me aplaudió la tarde anterior, cuando supo que yo me vendría a Xela, lo que me hace pensar que mi ombligo tiene bastante posibilidad de haber sido enterrado en este lugar. Sí, me vine a Xela. Llegué a Xela. En mi cartera traía un libro. Requiém por Teresa, recién sacado por el FCE. La última novela de Dante Liano. Leyendo la novela en el bus, como una lectora que se respete, iba yo, cuando subió la policía que les cuento, en Cuatro Caminos, me miraron con sospecha. Ya que nadie más venía leyendo. Se dieron cuenta seguramente, que yo no parecía de Guatemala, que si iba leyendo sería de otro país (como que nadie lee en Guatemala se dijeron). Pidieron el dpi. Yo me tardé en sacarlo. Me hablaron para ver si me sentían un acento distinto. Y yo, sí que tengo un acento distinto, mezcla de los acentos de los distintos lugares donde viví durante 16 años. De las distintas personas que traté día a día esos 16 años, argentinos, chilenos, venezolanos, mexicanos, nicaragüenses, peruanos, brasileños, mexico americanos, españoles; de distintos colores también si eran norteamericanos, blancos, negros, mulatos, amarillos. Y es que el acento tiene color, pensé. Efectivamente en medio del intríngulis de la novela, y porque la trama me tenía atrapada se me cayó el monedero cuando intentaba sacar el dpi. Eso los hizo pensar que efectivamente mi acento me delataba. Y sigo pensando que sí, que mi acento cambiaba de colores. Era como un largo semáforo de identidades. Y cuando dije dpi, lo dije como argentina, cuando se me cayó el monedero, lo mexicano se me salió, "chinga su madre", dije sin querer, luego cuando intentaba dárselos se me resbaló de nuevo y cayó sobre el sillón del bus, despertando nuevas sospechas, que estuviera más nerviosa que una salvadoreña intentando pasar por guatemalteca. Y así iba yo, cometiendo todos los errores que podía. Todo se me caía, hasta la novela boté. Por suerte no perdí la página en donde iba. Finalmente entregué con un estilo un poco agringado mi dpi, y hasta dije sorry, y luego cuando me lo devolvió, y ya saben uds que una no se parece para nada a su foto del dpi, porque cuando sacan esa foto, una, está como la gran diabla, porque ha hecho todas las colas del mundo, y ha pasado al menos media mañana en ese lugar. Total, que todavía se bajaron viéndome de reojo. Me recordé entonces de los caballos, porque me miraron así, acaballadamente (yo como pinche lectora, me recordé de El hombre que parecía un caballo) de lado y bufando. Con hartas sospechas. Y yo pues ya ven sin pena ni gloria, volví a la novela, porque me tenían harta los tiras culeros, boludos pensé. Me cago en la leche, dije bajito, cuando desde fuera del bus, todavía me querían ver la cara de hondureña que va a la Mesilla. Al final Anabella me estaba esperando en la parada del bus. Y al sentarnos a descansar en un lugar, nos dimos cuenta que como buenas fans de Dante Liano, llevábamos la misma novela en la bolsa. Ay pensé yo. Qué suerte que no íbamos juntas. Seguro que a los tiras, esto sí les hubiera parecido sospechoso!

ANALIZAR Y PENETRAR EN  LA LITERATURA GUATEMALTECA He escuchado hoy varias ponencias en el Congreso de Filosofía de la Universidad Rafael ...